jueves, 30 de diciembre de 2010

GREASE, Randal Kleiser (1978) [6/10]

Estados Unidos, al ser primera potencia mundial política, económica y militar, se ha convertido en escaparate y referente para la mentalidad occidental. Su bagaje cultural ha sido importado, y lo está siendo cada vez más, a nuestras tierras de forma impresionante, y día a día podemos ver cómo sus estereotipos sociales encuentran su particular versión española por estos lares.
El cine tiene parte de culpa en este fenómeno, pues es en gran parte a través de él como se nos ha mostrado el anzuelo de la sociedad ideal, la sociedad que debemos querer y a la que debemos aspirar.
Uno de los ámbitos que mejor se presta a mostrar esa realidad estadounidense supuestamente ideal a través del cine es el instituto, generándose así el género highschool, cuyas tramas se desarrollan en el ámbito escolar de los típicos institutos americanos de atractivos quarterbacks, dulces y populares animadoras y emocionantes bailes de fin de curso.
Nos guste o no, todo eso pertenece ya a nuestro imaginario colectivo, y por lo tanto a su correspondiente representación cinematográfica, no exenta en muchos casos de ridiculización.

Grease, de Randal Kleiser, es una de esas películas que, a modo de cariñosa parodia, realiza un homenaje a aquellos años cincuenta que tanto marcaron la mentalidad de la sociedad estadounidense, y por extensión de la sociedad occidental.
Basada en el musical homónimo de Jim Jacobs y Warren Casey, Grease cuenta la historia de la vuelta al cole en el instituto Rydell, donde Danny Zuko (John Travolta) y Sandy Olson (Olivia Newton-John) se reencuentran inesperadamente tras haber vivido un ligue de verano.

Lo cierto es que trama no tiene demasiada, pero sería estúpido ponerse a buscar un argumento en un musical como Grease, donde lo principal son las pegadizas canciones y los atractivos bailes que los “jóvenes” actores nos ofrecen, y cuya única y principal utilidad consiste en alegrarte la tarde del domingo echándole un vistazo en el sofá de casa. Si es en compañía mejor.



lunes, 27 de diciembre de 2010

4 MESES, 3 SEMANAS Y 2 DÍAS, Cristian Mungiu (2007) [8/10]

Cuando a finales de los 80’ el bloque comunista europeo se venía abajo, muchos intelectuales de Occidente, el lado capitalista, decían estar asistiendo al fin de la historia, idea concebida por el conocido sociólogo estadounidense de origen japonés Francis Fukuyama. El socialismo real aparecía ante los ojos de todo el mundo como el gran derrotado, y el capitalismo liberal como vencedor y por lo tanto como único sistema económico-social viable y digno de desear. Por eso, a partir de entonces, sólo se podría jugar a ser rojo dentro de los límites establecidos por el mercado y reservados a la socialdemocracia, no más.
Sea o no verdad que la caída de los Estados socialistas de Europa del Este constituye el último capítulo de la historia, lo que sí es cierto es que se trata de uno de los mas reseñados en las tertulias políticas, y por supuesto su reseña ha sido llevada a cabo también a través de los ojos del cine.
La visión que el cine ofrece de dicho periodo varía desde la pseudo-nostalgia de lo que pudo ser y no fue que muestra Good Bye, Lenin! (Wolfgang Becker, 2003) hasta la denuncia de lo que, a ojos del director, constituyó el imperio del terror en manos de la todopoderosa Stasi, visión que ofrece La vida de los otros (Florian Henckel-Donnersmarck, 2006), ambas, por cierto, ambientadas en Alemania, cuya caída del Muro se convirtió en el símbolo de los mencionados derrota del comunismo y fin de la Historia.

La película que comentamos también nos devuelve a finales de los ochenta, esta vez en Rumanía, en lo últimos días del Gobierno del que fuera bautizado como el vampiro de los Cárpatos, el comunista Nicolae Ceaucescu.
Magistralmente escrita y dirigida por Cristian Mungiu, 4 meses, 3 semanas y 2 días cuenta de manera nada nostálgica la historia de dos estudiantes llamadas Otilia (Anamaria Marinca) y Gabita (Laura Vasiliu), esta última embarazada, que acuden a un médico para que, de forma clandestina, le practique un aborto a Gabita.

Mediante una dirección tan extremadamente realista como opresiva, la cámara nos muestra la forma en que las dos jóvenes se enfrentan en su día a día a la burocracia del Estado socialista rumano, donde los sobornos y la clandestinidad para salir adelante están a la orden del día.
La realización es correcta, sencilla y sin complicaciones, quizá cercana al Dogma 95, sin música y sin luz artificial, lo que hace que en alguna ocasión la oscuridad sea chirriante. Nos encontramos con largos planos fijos generales absolutamente democráticos con la mirada del espectador, también con cámara al hombro y en más de una ocasión planos-secuencia, que no hacen sino probar la altísima gama de cada uno de los actores que aparecen en la pantalla, del mismo modo que lo veíamos en La mirada de Ulises de Angelopoulos. A este respecto conviene también señalar que la perfecta construcción de cada uno de los personajes se hace patente en cada segundo de metraje. No existe el cartón-piedra, todo es real, y la magia del cine aflora ocupando cada uno de los espacios, por recónditos que sean.

Una excelente obra que, aunque se le puede poner alguna que otra pega, si es representativa del resto de cine que se hace en Rumanía, deja prueba fehaciente de la buena salud de la que goza el cine rumano.



viernes, 24 de diciembre de 2010

INDIANA JONES Y LA ÚLTIMA CRUZADA, Steven Spielberg (1989) [7,5/10]

Hoy he vuelto a tener 9 años, he vuelto a estar frente a una pantalla dispuesto a correr trepidantes aventuras con Indi (Harrison Ford) en Indiana Jones y la última cruzada, tercera parte de la aclamadísima trilogía dirigida por Steven Spielberg.
El prólogo de la película ya constituye por sí mismo toda una lección de cine bien hecho, que nos devuelve al mejor Spielberg, al genuino Indiana Jones. Es una especie de tranquilizador, la forma que tiene el director de decirnos "calma, que aunque sea una secuela, sigo en plena forma y váis a seguir disfrutando", algo que por supuesto faltó en la cuarta.

El realizador demuestra ser todo un conocedor del lenguaje cinematográfico, siendo que La última cruzada resulta ser la mejor de la trilogía en cuanto a su realización. No obstante, y de esto se da cuenta uno cuando ve la película con un mayor grado de madurez, en la tercera parte de Indiana Jones Jeffrey Boam (que así se llama el guionista de la tercera entrega) ha sobrecargado la historia de gracietas que, aunque buenas, su excesivo número termina por molestar al espectador, aunque quizá ha influido en este sentido el hecho de tener El templo maldito (de mayor oscurantismo) más reciente, y esperarme por lo tanto otra cosa más seria.

Esta vez Indiana se las verá con los nazis en la búsqueda del Santo Grial, nada menos, y como novedad viene acompañado de su papá (Sean Connery). En el papel de "la chica" se encuentra Alison Doody, que da vida a la bellísima y seductora Dra. Elsa Schneider, y vuelven los amigos de Indi que ya conocimos en En busca del arca perdida, Marcus Brody (Denholm Elliott) y Sallah (John Rhys-Davies, que por cierto es el mismo que interpreta a Gimli en El señor de los anillos).

Con una serie de magistrales gags visuales importados de los dibujos animados y un espléndido sentido del humor que embadurna cada diálogo de la película, Spielberg y su equipo vuelve a portarse y hace lo que mejor sabe, obteniendo así una preciosa película que, aunque más floja que las otras dos, no decepciona en ningún momento y nos devuelve a uno de los personajes más entrañables de la historia del cine, el gran Indiana Jones.



martes, 21 de diciembre de 2010

BIUTIFUL, Alejandro González Iñárritu (2010) [6,5/10]

Biutiful, la última película del director mexicano Alejandro González Iñárritu, se introduce en las capas más pobres de la sociedad para mostrar la miseria a la que día a día mucha gente se ve abocada, donde sobrevivir es prácticamente cuestión de suerte, y donde la ley de la jungla impera por doquier.
Un buen calificativo para la película es "dura". Algunos pueden considerar las situaciones que nos presenta el autor como típicas o estereotipadas, pero eso no hace sino fortalecer el patetismo de nuestra sociedad, que aún viéndolas como algo siempre presente no hace nada por acabar con ellas, y se limita a bostezar.
La película parece querer mostrar que la pobreza es algo que se transmite de padres a hijos, y que quien nace pobre, pobre se muere, todo ello en una atmósfera tan degradante y pestilente que le hace merecer un enorme aplauso al director de fotografía Rodrigo Prieto.
El problema quizá reside en querer abarcar mucho, centrarse en demasiadas historias lumpenproletarias para, en lugar de conseguir que el espectador empatice con los personajes y su situación de supervivencia, lograr que ninguna de las historias posea un mínimo de interés.
Sin ningún lugar a duda, lo mejor de la película es la interpretación de Javier Bardem, que bien mereció el Premio al Mejor Actor en Cannes 2010, pero, hablando del reparto, hay algo que me revienta de los actores de habla hispana y que creo que únicamente me pasa a mí: no vocalizan. Y no sólo es que no vocalicen, sino que es que si a esto le sumamos el hecho de que hay escenas en las que están susurrando, la sensación llega a ser desesperante.
El personaje de Marambra (Maricel Álvarez) no creo que esté todo lo perfilado que debería, y quizá sea consecuencia del ya mencionado excesivo abarcamiento de historias, que poco aprietan a la hora de concretar.
Biutiful posee además un fuerte componente fantástico genialmente expresado que en ocasiones puede llegar a asustar.
En definitiva, Biutiful es un película aceptable, bonita, dura, pero bastante mejorable y nada del otro mundo.


sábado, 18 de diciembre de 2010

PLAN DIABÓLICO, John Frankenheimer (1966) [4/10]

Plan diabólico, de John Frankenheimer, cuenta la historia de un hombre (Rock Hudson) descontento con su vida, a la cual decide poner fin haciéndose una espectacular operación de cirugía estética que cambia su identidad por completo.
Aunque "oficialmente" no esté reconocida como tal, la película pertenece claramente al género de la ciencia-ficción, cuyas películas ponían en tela de juicio los avances científicos que la sociedad salida de la Segunda Guerra Mundial desarrollaba, dado que se estaban comprobando sus efectos devastadores en la Guerra Fría.

Plan diabólico, pésima traducción de Seconds, el título original; es una película acerca de segundas oportunidades, que, aunque en un principio puede parecer interesante lo cierto es que acaba por hacerse terriblemente aburrida. Empieza sin explicar nada, el espectador siempre tiene ganas de conocer más y más. La película, ya avanzada, sigue sin dejar claro qué diablos está pasando aquí y por qué, y así hasta que acaba, dejándonos con cara de idiotas. ¿Qué ha pasado entonces? ¿Por qué algo que ha empezado tan bien ha acabado por decepcionar de esta manera tan horrible?

El problema reside, básicamente, en que la historia no está bien contada. La escena en que Hamilton se reúne con el jefe de la empresa para pedir el cambio de cara nunca da la sensación de que ser un cambio realmente querido por Hamilton, sino más bien todo lo contrario. Parece como si le fuesen a hacer la cirugía contra su voluntad por no se sabe qué oscuro motivo. Es aquí cuando uno empieza a elucubrar en vano: ¿le va a contratar la CIA para una misión especial? Eso es lo que pensé yo, que por fortuna o por desgracia tengo demasiada imaginación, y por eso me llevé la decepción que me llevé.

Además, la película cuenta con escenas, para más inri demasiado largas, que no vienen especialmente a cuento. Me refiero a la bacanal, ¿qué diablos pinta ahí? ¿por qué dura tanto?

Sí hay que reconocerle al director su impecable realización, que genera la atmósfera idónea para que padezcamos con el pobre hombre al cual Rock Hudson da vida de forma aceptable. Ya la película, desde el momento en que empiezan los créditos, nos introduce en lo que vamos a ver a lo largo de las casi dos horas de metraje, haciéndonos un recorrido por un misterioso rostro. Luego llegan los planos de cámara fija al cuerpo, las deformaciones de la imagen a través de planos aberrantes y las secuencias oníricas de tono surrealista que acompañan magistralmente la historia que se nos quiere contar.

Una lástima que se haga tan aburrida.



miércoles, 15 de diciembre de 2010

CORRE, LOLA, CORRE, Tom Tykwer (1998) [8/10]

Una de las películas más importantes con las que cuenta el cine alemán es la producción independiente Corre, Lola, corre, dirigida por Tom Tykwer y ganadora del Premio del Público en Sundance en 1999.
En ella asistimos a los últimos veinte minutos antes de que Manni (Moritz Bleibtreu) entregue la pasta que debe a su "jefe", un peligroso capo de la droga. El joven ha tenido la mala suerte de haberse dejado el dinero en un asiento del metro, y si no reúne en 20 minutos los 100.000 marcos será hombre muerto. Su novia, Lola (Franka Potente), tendrá que ayudarle, para lo cual deberá...correr.

La película aborda de manera interesante el conocido efecto mariposa, según el cual, son las pequeñas acciones que llevamos a cabo las que determinan nuestro destino. De esta forma, a lo que asistimos como espectadores cuando vemos esta cinta de Tykwer es a una misma situación repetida tres veces en cada una de las cuales varía un insignificante elemento que le da la vuelta al final completamente. Esto debe hacernos reflexionar acerca de la posibilidad de crear una interesante historia con poco presupuesto, dado que, al fin y al cabo, muchas de las escenas que vemos (las que muestran a Lola corriendo por las calles de Berlín) han sido rodadas una sola vez y repetidas después en el montaje, o al menos esa es la sensación que da.

Llamando la atención las escenas realizadas mediante dibujos animados, la película constituye todo un espectáculo visual necesariamente influido por la cultura del videoclip, a lo que ayuda inevitablemente, aparte del fugaz montaje picadísimo (no podía ser de otro modo en una película que tiene a la velocidad como hilo conductor), el acompañamiento con música techno compuesta por el propio Tykwer entre otros.

Visualmente muy conseguida, Corre, Lola, corre es una de las cintas de cine independiente más valoradas por la crítica y el público, y el precioso pelo rojo de una fascinante Franka Potente en su interpretación se ha convertido ya en uno de los iconos del cine alemán.
Además, la película dura únicamente 73 minutos, y ya se sabe que lo bueno, si breve...

domingo, 12 de diciembre de 2010

UNCLE BOONMEE RECUERDA SUS VIDAS PASADAS, Apichatpong Weerasethakul (2010) [5/10]

Se llevó la Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes y era una película tailandesa, país del cual, aparte de la comida que sirven en el Wok de la cadena VIPS (que se supone que es de allí), desconozco prácticamente todo, y por supuesto su cine. Así que cuando ví que proyectaban Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas (Apichatpong Weerasethakul, 2010) en los Renoir (ninguna otra sala en Madrid se la jugó a la hora de programar semejante tostón) allá que me fuí con mi novia, a quien, evidentemente, tuve no sólo que convencer sino también invitar para que aceptase venir conmigo a un film cuyo mejor calificativo es "lento de cojones". Pero lo cierto es que dicho adjetivo no le hace justicia, al menos por mi parte, puesto que soy el primero que lo flipa con Haneke y Angelopoulos haciendo de las suyas (hasta cierto punto, todo sea dicho). El problema de Uncle Boonmee... no reside en sus eternos planos, algunos de los cuales no pueden ser más bellos y con cuya resolución (cámara fija y que los actores actúen) yo mismo estoy de acuerdo, sino en la falta de una estructura narrativa y en la total ausencia de conflicto mínimamente identificable. La película no es aburrida, al menos no tanto como uno, como buen occidental colonizado por los valores yanquis, podría esperar de una producción tan exótica. Es sabido que, por lo general, las películas asiáticas poseen una naturaleza más contemplativa que lo que se hace en Occidente, y que no podemos acudir a ver un filme de estas características como quien va a ver a James Bond luchar contra el mal. Cuando uno se planta en una butaca de un cine en VOS (¿la película se ha doblado siquiera?) a ver Uncle Boonmee... sabe que va a ver una gafapastada monumental, y que por lo tanto debe estar preparado.
Weerasethakul nos presenta un cuento muy espiritual, demasiado, donde la naturaleza, el ser humano y las demás especies animales se conectan entre sí para dar lugar a la vida. La película muestra al tío Boonmee (Thanapat Saisaymar) en sus últimos días de vida, que ha ido a pasarlos a una casa de campo con su familia. Se presenta el choque entre lo artificial y lo natural, con una realización que en más de una ocasión deja mucho que desear (planos e incluso escenas enteras que no vienen a cuento y que por lo tanto sobran), y ante la cual al espectador no le queda otra más que tomárselo a risa.

La película posee una importante carga de surrealismo que no es baladí, y que, por qué no decirlo, en algunos momentos acojona. La interpretación de los actores, el hecho de que hablen como si se hubiesen fumado un porro, acompaña a ese ritmo tan pausado, de cuyo letargo únicamente salimos con las ya mencionadas dosis de surrealismo y con algún que otro diálogo con una pizca de gracia.

Estaré influido por la crítica, o quizá sea por temor a llevarle la contraria al jurado de Cannes, que de cine entienden más que yo, pero como ya digo la película no es tan insufrible como muchos dicen, se deja ver y hasta puede hacer reflexionar, pero que Weerasetakul no cuente conmigo para la próxima.



jueves, 9 de diciembre de 2010

REGRESO AL FUTURO, Robert Zemeckis (1985) [8/10]

Existen películas que, para ciertas generaciones, son algo más que una sucesión de imágenes a una velocidad de 24 fotogramas por segundo. Para una persona de 70 años, por ejemplo, Casablanca de Michael Curtiz es algo muy distinto a lo que le puede parecer a un joven de 20 que la vea hoy en día. Esto es así porque hay películas que, a pesar de ser inmortales, son inseparables de una época, y quienes la vieron en esa época la hacen más suya que quienes la ven cuando más de sesenta años han pasado ya.
Una de las películas "propiedad" de mi generación es Regreso al futuro, de Robert Zemeckis. Si bien, he de reconocer que hasta hace dos días no la había visto. Sí, la han puesto por la tele cientos de veces, conocía los actores que aparecían, había visto escenas de ella y sabía la temática que trataba, pero nunca me había sentado frente a ella a verla de principio a fin. Me pasa lo mismo con Pretty Woman, Forrest Gump y la saga de Star Wars, películas que todo el mundo conoce y se sabe de memoria aún sin haberlas visto.
El caso es que el otro día en mi facultad, con motivo del 25 aniversario de Regreso al futuro, se hizo una proyección de la película y allí que me fuí, y, durante casi dos horas, volví a ser aquel chaval de ocho años que, en el salón de la casa de la abuela tras una comida copiosa, veía Regreso al futuro en TVE junto con su familia.
Con un excelente guión del director junto con Bob Gale, la película muestra la típica sociedad americana que todos nosotros hemos aceptado en nuestro imaginario colectivo: los chalets, el baile de fin de curso, las pandillas, etc., elementos típicamente yanquis que, por desgracia, vamos adoptando nosotros con mayor asiduidad, sólo que aportándole nuestro distinguido toque español, lo cual hace la cosa aún más patética. El cine americano de los ochenta, nos guste o no, ha tenido una especial influencia en todas las sociedades occidentales, y un ejemplo de ello es la genial Regreso al futuro.
Marty McFly (Michael J. Fox), por accidente, regresa a 1955 en la máquina del tiempo que inventa su gran amigo Doc (Christopher Lloyd), año en el que sus padres aún no se conocían. El problema viene cuando su adolescente madre (Lea Thomspon) se enamora de él, en lugar de quien debería enamorarse para que la existencia de Marty pueda tener lugar.
La película está cargada de acción trepidante, comedia ágil y frases para la posteridad. Todo un clásico del cine americano de ciencia ficción que encontró en muchos jóvenes su referente cinematográfico.

lunes, 6 de diciembre de 2010

SEXO, MENTIRAS Y CINTAS DE VÍDEO, Steven Soderbergh (1989) [7/10]

En los ochenta, el cine independiente deja de concebirse como exclusivo de circuitos cerrados de arte y ensayo, y llega a lo comercial gracias a iniciativas como la de Robert Redford en el Festival de Sundance. Este festival supone un trampolín de nuevos directores y una escuela para futuros cineastas.
En 1989 aparece Steven Soderbergh con Sexo, mentiras y cintas de vídeo, que revoluciona el cine independiente y catapulta a la fama a su director, quien se lleva la Palma de Oro en Cannes.
Sexo, mentiras y cintas de vídeo cuenta la historia de un matrimonio no demasiado feliz en sus relaciones sexuales. Ann (Andie MacDowell), comprobando cómo su marido John (Peter Gallagher) pasa cada vez más de ella, acaba por mostrar cierta reticencia hacia el sexo, mientras que él, tratando de ansiar su apetito sexual, mantiene encuentros clandestinos y esporádicos con Cynthia (Laura San Giacomo), la hermana de Ann. Un día llegará a casa Graham (James Spader), un antiguo compañero de la universidad de John, que actuará como catalizador para la liberación de tensiones entre los tres personajes.
La primera hora de la película es realmente interesante, con un ritmo cuidado y unas actuaciones bastante correctas, donde cabría destacar la naturalidad de James Spader y la potente sexualidad que desprende Laura San Giacomo. Sólo por escuchar la voz tan excitantemente sensual de ésta merece la pena ver la película en versión original. El problema llega en la última media hora, cuando Soderbergh se pierde en un cúmulo de explicaciones que acaban por no explicar nada y por dejar al espectador con cara de haba.
Interesante debut de un director que, aún a día de hoy sigue sorprendiendo con títulos tan dispares como la comercial saga de Ocean's y la, por lo visto, godardiana The Girlfriend Experience.


viernes, 3 de diciembre de 2010

CARRETERA PERDIDA, David Lynch (1997) [7,3/10]

Tras algunos proyectos televisivos como la ya mitiquísima serie Twin Peaks, el genial David Lynch volvió al celuloide para no dejar indiferente a nadie y hacer lo que mejor sabía, en una potente y mágica cinta donde los personajes más siniestros y originales volvían a danzar ante nuestros ojos en la pantalla. Hablamos de Carretera perdida, producida en 1997 y, en cierto modo, precursora de la que años después se convertiría en el filme a causa del cual mayor número de gente se ha devanado los sesos tratando de encontrarle algún tipo de lógica y sentido: Mulholland Drive. Algo que, por otra parte, es inútil del todo, pues bien puede pensarse que mirar una película del surrealista actual por excelencia como quien mira una tv movie de Antena 3 es cuanto menos absurdo.
Carretera perdida nos presenta un tema muy similar al que en 2005 nos traerá Haneke con Caché. Un aparente feliz matrimonio recibe en su domicilio unas misteriosas y anónimas cintas de vídeo en las que aparecen imágenes del interior de su casa, incluso ellos aparecen durmiendo. Con esta premisa tan acojonantemente acojonante Lynch desarrolla una historia que invita al espectador, una vez más, a aceptar sus reglas, introducirse en su mundo y dejarse llevar por esos paisajes oníricos calcados de nuestros sueños, poblados por esos personajes tan terriblemente peculiares y sumergirnos en su atmósfera tan surrealista y opresiva.
El cara-bobo de Bill Pullman junto con la más que explosiva Patricia Arquette están a cargo de los papeles principales, desarrollando una interpretación más que correcta, pausada, como tiene que ser para una película de estas características. Y si a este combo le añadimos el tenebroso personaje interpretado por Robert Blake tenemos una preciosa película made in Lynch que, puestos a buscarle una temática concreta para acercarlo al cine convencional, parece tener mucho que decir con respecto a la industria del porno, aunque como ya digo, no creo que sea la principal intención del realizador.
Lynch tiene su universo propio, y eso le convierte en un director que, como mínimo, ha de ser tratado de usted. Hay quien señala que fue una pena que muriese el Lynch de El hombre elefante, y que el de Carretera perdida y Mulholland Drive puede irse a la porra. Es cierto, son dos directores completamente diferentes uno y otro, pero ambos, en mi humilde opinión estudiantil, realmente buenos, y eso es lo que convierte a David Lynch en uno de los grandes del séptimo arte: su capacidad para hacer películas buenas, independientemente de su temática o estructura, cine a secas, sin etiquetas, historias de todos los colores y sabores realmente atractivas para el público.

martes, 30 de noviembre de 2010

DIARIOS DE MOTOCICLETA, Walter Salles (2003) [8/10]

En 1952 Ernesto Guevara (Gael García Bernal) y su amigo Manuel Granado (Rodrigo de la Serna) inician un viaje desde su Argentina natal a lo largo de toda América Latina, que les llevará a conocerse mejor a sí mismos y a su pueblo, que es el latinoamericano entero.
Diarios de motocicleta, de Walter Salles, es una preciosa road movie donde se explora la génesis de los ideales del Che Guevara. Asistimos a la toma de conciencia del futuro guerrillero, la desigualdad que contempla ante sus ojos, y su negación a aceptar ese orden social tal y como viene dado.
Más de una vez se ha dicho del Che que en él podría incluso rastrearse la figura de Jesús de Nazaret, en tanto su proximidad a los pobres y oprimidos es más que clara, y la forma con la que Salles nos lo cuenta no puede sino hacernos apretar el puño y levantarlo.
Una de las elecciones más acertadas por parte del realizador a la hora de hacer Diarios de motocicleta es la de rodar muchas de sus escenas cámara al hombro, acercándonos todavía más al sentir de los dos amigos viajeros, a sus caídas de la moto, a sus penurias en el desierto y su fatiga en la nieve. Del mismo modo, esos planos fijos de cada una de las personas que Ernesto y Manuel se han ido encontrando a lo largo de su viaje denotan, además de una original planificación, un posicionamiento por parte del director que es de agradecer.
Con el acompañamiento del inmejorable Gustavo Santaolalla y los preciosos paisajes mostrados por la cámara que nos invitan a agarrar el macuto y salir a conocer el mundo, Diarios de motocicleta constituye un emocionante film donde tienen cabida los elementos más románticos y dramáticos, pasando también por los más cómicos. Preciosa.

sábado, 27 de noviembre de 2010

EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES, Billy Wilder (1950) [8,5/10]

En 1950 el maestro de maestros Billy Wilder dirigió una de las mejores películas de todos los tiempos, en la que se muestra hasta qué punto afecta la decadencia de una persona cuando ella misma se niega a reconocer que está acabada. Para ello, el director echa la vista atrás hasta regresar a ese importantísimo punto de inflexión en la historia del séptimo arte que constituyó el paso del mudo al sonoro. Muchas estrellas del cine mudo como Gloria Swanson o Buster Keaton se apagaron por no haber sabido o por no haber podido adaptarse al nuevo registro. Malas voces y sobreactuación fueron sólo algunas de las causas por las que aquellas preciosas caras sin voz se vieron abocadas al más triste de los olvidos. Las películas se habían hecho pequeñas, y estrellas de su tamaño ya no cabían en ellas. Era El crepúsculo de los dioses.

La película es una obra atemporal en el sentido de que transmite una nostalgia de tal envergadura que puede ser sentida por cualquier persona de cualquier época. Pena y lástima es lo que sentimos al ver a la que en otro tiempo fue la gran Norma Desmond (Gloria Swanson) seguir inmersa en su ficticio mundo donde sigue siendo una gran estrella aún adorada por el público.

La película está cargada de elementos que vienen apoyando esa especie de crítica que Wilder hace al cine sonoro a través de Norma Desmond, como por ejemplo ésta es golpeada levemente por un micrófono en un rodaje, o cuando vemos cómo dos rubias están riéndose sin motivo aparente mientras hablan por teléfono, instrumento puramente sonoro y nada visual, por otra parte.

Aparte de la más que placentera sensación que supone ver al dúo Swanson-Holden sujetando los papeles principales, es tanto más gratificante contemplar cómo otros dinosaurios de la talla de Eric von Stroheim, Buster Keaton o Cecil B. DeMille entre otros, desfilan por la pantalla. Los pelos del brazo no pueden a uno sino erizársele, y la obra invita además a investigar acerca de la historia del cine.


lunes, 15 de noviembre de 2010

SONATA DE OTOÑO, Ingmar Bergman (1978) [7,9/10]

Eva (Liv Ullman) y Viktor (Halvar Björk) son un matrimonio que vive en la vicaría del pueblo del que Viktor es pastor. Con ellos vive Helena (Lena Nyman), hermana de Eva, quien padece una terrible enfermedad que le impide desplazarse por sí misma y articular palabra. Tras la muerte de Leonardo (Georg Løkkeberg), un amigo de Charlotte (Ingrid Bergman), la madre de Eva; ésta va a pasar unos días con su hija, a quien no ve desde hace siete años. Lo que empieza como un feliz reencuentro entre madre e hija desemboca en un duelo pasional donde errores del pasado vuelven a aflorar entre ambas, dando lugar a un emocionante drama que únicamente podía llevar la firma de un maestro del séptimo arte como es Ingmar Bergman.

El tema de la incomunicación, tan frecuente en el cine de Bergman, vuelve a salir a la palestra en Sonata de otoño, esta vez envolviendo la relación amor-odio entre una hija y su madre, cuyo éxito implica el fracaso de su hija. Esto se hace especialmente patente en el personaje de Helena, incomunicada con el mundo por definición, y además en una situación que no puede ser peor con respecto a la de su madre. Ingmar Bergman nos regala escenas sobrecogedoras donde toda la porquería que Eva estuvo tragando de niña para satisfacer a su egoísta y superficial madre rebosa, y estalla en forma de reproche y odio hacia Charlotte, poniendo al espectador los pelos de punta gracias a la genial interpretación del dúo Ullman-Bergman. Los larguísimos primeros planos cargados de emoción y tensión demuestran el buen hacer de esas dos maestras de la interpretación.
Del mismo modo, son ciertamente espectaculares esos flashbacks en los que aparece entre otras cosas, en una disposición prácticamente teatral, Eva de niña, así como los silencios ensordecedores con los que el director nos obsequia en alguna que otra ocasión (véase la escena del piano).

Como es habitual en las películas del genio sueco, nos volvemos a encontrar con el mismo elenco de actores que en otras películas suyas, como es el caso de Erland Josephson (en el papel del padre de Eva) y Gunnar Björnstrand (como el agente de Charlotte), si bien su participación apenas se reduce a unos minutos. Del mismo modo, vuelve a estar al mando de la fotografía Sven Nykvist, quien ya se había estrenado en el color con Bergman en Pasión, y que al igual que entonces realiza un majestuoso trabajo de iluminación, especialmente en las escenas de la cama de hospital sobre la que Leonardo reposa.

Sabiendo que Sonata de otoño pertenecía a la última etapa de la filmografía de Ingmar Bergman, me dispuse a ver la película con la guardia alerta, especialmente tras haberle echado un vistazo a Gritos y susurros y Secretos de un matrimonio, películas también de esta etapa que más de uno podría tildar de coñazo insufrible. Cuál fue mi sorpresa cuando me encontré con esta preciosidad que atrapa y toca en lo más profundo del corazón, especialmente si uno conoce en su propia existencia casos similares o parecidos al que se plantea en Sonata de otoño.


jueves, 11 de noviembre de 2010

INDIANA JONES Y EL TEMPLO MALDITO, Steven Spielberg (1984) [8,5/10]

Tras En busca del arca perdida, la siguiente película de Steven Spielberg que mostraba al arqueólogo Indiana Jones (Harrison Ford) corriendo aventuras es Indiana Jones y el templo maldito. Esta vez se trataba de encontrar una piedra mágica que una malvada secta ha robado a un pequeño poblado indio, y cuyo robo ha traído la desgracia y la miseria a sus gentes. Junto con Willie (Kate Capshaw), "la chica", y Tapón (Jonathan Ke Quan); Indi se las verá con el malvado Mola Ram (Amrish Puri), líder de la tenebrosa secta, para devolver la felicidad al poblado.
Si con la primera decía que no podía ser objetivo ni aunque quisiese, en el caso de Indiana Jones y el templo maldito esta afirmación vuelve a cumplirse con creces, porque, personalmente, creo que es la mejor de la trilogía. En esta entrega vemos a un Indiana Jones más fortachón, más seductor y conquistador con Willie, más tierno y amigable con su socio Tapón. Las escenas de emoción, risa, tensión y, por qué no decirlo, miedo; se entremezclan de forma magistral en un excelente guión que lo mismo nos pone los nervios a flor de piel y no nos da tregua para respirar como que nos hace esbozar una sonrisa al ver que Indiana Jones, una vez más, se ha salido con la suya y ha conseguido que el bien prevalezca sobre el mal.

De nuevo, uno de los protagonistas de la película, aunque no se le vea, es John Williams, que con su excelente y archiconocida partitura aporta el ingrediente definitivo para que esta joya se convierta en una muestra de CINE con mayúsculas.

Si esta película no fuese obra de Spielberg y Lucas, hablaría del trasfondo de la esclavitud infantil, de la denuncia de esta penosa situación que puede rastrearse en la película, de la crítica al totalitarismo sectario que subyace en la historia, pero creo que no es lo que los creadores pretenden. Quizá esté pecando de ser un simple, pero aún a riesgo de que esto sea así, creo que aquí, y en este tipo de películas en general, lo que se busca es la mera diversión del espectador: buenos contra malos, punto. Ya que por qué vamos a negarlo: muchas veces es precisamente eso lo que hace una película atractiva. Relájate y goza.

jueves, 4 de noviembre de 2010

EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA, Steven Spielberg (1981) [8,3/10]

No podría ser objetivo con las películas de Indiana Jones (Steven Spielberg) ni aunque quisiera. Cuando uno ha crecido con el corazón en un puño viendo a Indi (Harrison Ford) corriendo aventuras y soñando con hacerlas propias algún día, cuando uno ha crecido emocionándose cada vez que Indi aparecía en el momento en que todo estaba perdido para resolver la situación, cuando uno ha crecido poniéndosele los pelos de punta cada vez que Indi saltaba/cabalgaba/corría al son de la famosísima partitura de John Williams, cuando uno ha crecido con todo eso y ha sentido que gracias a la trilogía de Indiana Jones (para los que Indiana Jones constituye el icono de nuestra infancia El reino de la calavera de cristal no existe) su vida ha tenido un poco más de sentido, es imposible que sea objetivo con cualquier película de Indiana Jones.

A pesar de que para un servidor la mejor es la segunda, En busca del arca perdida parece ser la mejor valorada por la crítica, aunque el de las películas de Indiana Jones quizá sea uno de esos pocos casos en los que la expresión de "para gustos los colores" puede aceptarse, ya que cada uno tiene la suya. En busca del arca perdida se centra en una misteriosa arca hebrea con muchísimo poder enterrada en algún lugar de El Cairo, que es buscada por los nazis para que les ayude a ganar la guerra.

El guión es simplemente espléndido en cuanto a estructura: continuamente se le están planteando conflictos al personaje que, a medida que los va resolviendo, van creciendo en intensidad y fuerza hasta llegar a un clímax, todo ello aderezado con excelentes frases y escenas a ratos cómicas y a ratos trágicas, en algunos casos casi típicas del gag de dibujos animados, que le otorgan una solide al guión capaz de hacer que no quitemos la vista de la pantalla ni para pestañear.

Son conocidas las anécdotas que acompañaron el rodaje de En busca del arca perdida, como la cagalera de Harrison Ford, o los distintos homenajes que se hacen a Star Wars (la tribu de los obitos se llama así por Obi-Wan Kenobi, y el avión en el que escapa Indiana Jones de la primera escena lleva escrito OBI-CPO).

En busca del arca perdida narra la búsqueda de un objeto pseudoutópico que, bien mirado, no merece tanto la pena después de todo. O quizá sí la merezca, pero si es así y el objeto en cuestión es algo tan divino, quizá no seamos dignos de hacernos con él, y será mejor dejar las cosas como están.


viernes, 29 de octubre de 2010

BURIED, Rodrigo Cortés (2010) [9,1/10]

Magistral. Esa es la mejor forma de definir la última película de Rodrigo Cortés, Buried. Ya en los títulos de crédito el espectador es sumergido bajo tierra para ser llevado hasta la caja de pocos metros cuadrados en la que se encuentra Paul Conroy (Ryan Reynolds).
Quién nos iba a decir que estar durante 93 minutos en un ataúd podía llegar a ser tan interesante y entretenido. Porque esa es una de las virtudes del film: no sale nunca de la caja. Ni recuerdos, ni flashbacks, ni montaje paralelo, nada. Y el interés no decae ni un solo segundo. Se consigue así que el espectador empatice al cien por cien con el pobre Paul, se le transmite su agobio y su claustrofobia, el calor que siente dentro del ataúd, la frustración y la desesperación. Se nos corta la respiración desde el minuto uno y no se nos libera hasta el final.
La película podría encerrar una cierta metáfora con respecto a cómo se siente el ciudadano de a pie en tanto que individuo frente a las instituciones que dirigen y gobiernan su vida, desde el Gobierno hasta las empresas. Y qué mejor manera de expresarlo que enterrándolo vivo en el desierto de Irak sin apenas utensilios que lo puedan sacar de ahí.
Con pequeñas dosis de humor negro que en ciertos momentos pueden chirriar, Buried emociona gracias a una espectacular interpretación de un más que correcto Ryan Reynolds que hiela la sangre, y que junto con el excelentísimo guión de Chris Sparling y la música de Víctor Reyes (tal vez un poco efectista al estilo de Tiburón) forma la combinación perfecta para que Buried se convierta en una de las películas más interesantes del cine español de los últimos años.

miércoles, 27 de octubre de 2010

PICKPOCKET, Robert Bresson (1959) [5/10]

Sabía que Robert Bresson era uno de los directores más importantes de la historia del cine, y que Pickpocket era una de sus obras maestras, por lo que decidí dedicar poco más de una hora a echar un vistazo a dicha película, y la verdad es que un servidor se vio ligeramente decepcionado.
La primera mitad de la película se hace aburrida, a lo cual contribuye de forma extraordinariamente poderosa la pésima interpretación de los actores. Hay momentos en los que se puede apreciar cómo están leyendo un papel que tienen delante y que queda oculto a la cámara. Uno tiene la sensación de que los personajes han desaparecido y que no hay tales, que simplemente estamos viendo un guión. Y es que por lo visto, esta anulación de los personajes era intencionada por el propio Bresson, supongo que porque era algo de lo más vanguardista.
Pickpocket cuenta la historia de Michel (Martin LaSalle), un carterista que se desenvuelve por las calles y el metro de París. A este personaje se le puede encontrar cierto parecido con el que 17 años después nos encontraremos en Taxi Driver, Travis Bickle. Ambos son personas solitarias, ambos escriben un diario, y ambos están disconformes con la sociedad en que les ha tocado vivir, y pretenden cambiarla de uno u otro modo.
La película empieza a dejar de hacerse pesada en la segunda mitad, cuando la cámara nos muestra cómo Michel escoge a quiénes va a robar y les birla la cartera de forma absolutamente cantosa para el espectador pero, entendemos, discreta para el ladrón y su víctima. Se trata, quizá, sencillamente de que podamos apreciar qué movimientos exactos hace Michel para lograr su cometido, y la verdad es que resulta de lo más interesante. Es posible que no la viese en el mejor momento, o que sencillamente soy demasiado tonto para entenderla en su plenitud, pero creo que Pickpocket es un filme sobrevalorado que únicamente se salva por la preciosa música de Jean-Baptiste Lully. Tendré que ver más filmes del autor, Un condenado a muerte se ha escapado, por ejemplo.


lunes, 25 de octubre de 2010

LA RED SOCIAL, David Fincher (2010) [7/10]

Es una película sobre el creador de Facebook, Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), centrada en el doble juicio que tuvo contra los gemelos Winklevoss (Armie Hammer) por un lado, quienes le acusaban de haberles robado la idea; y por otro contra el Director financiero de Facebook, Eduardo Severin (Andrew Garfield), su único amigo verdadero.

Uno de los aspectos más positivos del último film de David Fincher es quizá el hecho de que para ver y entender la película no hace falta tener Facebook; basta sólo con conocer un poco de lejos en qué consiste dicha herramienta. Así, los que aún no nos hemos enganchado a la nueva droga informática del siglo XXI, hemos tenido también la oportunidad de disfrutar de La red social como críos.
Y es que, en el fondo, la película de David Fincher no trata tanto del dichoso Facebook en sí, como del valor de la amistad y de cómo ésta está en la mayoría de los casos enfrentada con el éxito, siendo así que la creación de Facebook y los tira y afloja de Mark Zuckerberg con sus oponentes en el juicio no son más que el escenario y la ambientación para que el guionista Aaron Sorkin, basándose en la novela de Ben Mezrich Multimillonarios por accidente, reflexione en torno a dichos valores de amistad y éxito, el cual muchas veces es inseparable de la soledad. A este respecto conviene destacar la interpretación de Justin Timberlake como Sean Parker, creador de Napster, que mediante su conocido programa dio un giro de 180º a la industria discográfica hasta convertirla en lo que es hoy: “Prueba a montar una tienda de discos, Wardo”. Genial.
Es curioso, porque La red social poseía todos los ingredientes para que de antemano la película me pareciese una mierda: por un lado trataba sobre el Facebook, aprovechando el tirón que en nuestros días la red social de las narices está teniendo, y además contaba con la aparición del guaperas de Timberlake, un claro señuelo para que las quinceañeras que mojan sus bragas con sus canciones se dejasen siete pavos en la entrada por verle actuar. Pero la dirección de Fincher y el saber que Kevin Spacey se encontraba de algún modo a los mandos del proyecto equilibraron la balanza, y como ya digo, la interpretación de Timberlake me resultó bastante gratificante, por lo que salí de la sala más feliz que un regaliz.
Pero, volviendo al tema de la soledad, eso es precisamente lo que le pasa a Zuckerberg: está sólo, no tiene amigos, y el único que tiene no lo sabe mantener. Lo que uno saca en claro tras haber prestado atención a la historia es que los amigos son algo más que contactos en nuestro ordenador, que podemos tener miles de “amigos” en nuestra red social, pero que no por ello van a ser amigos de verdad. Por tanto, la opinión del realizador en cuanto a Facebook es tirando más bien a negativa, como negativa es la imagen que se da de Zuckerberg.

Con un ritmo quizá excesivamente trepidante al que en un principio cuesta acostumbrarse, el filme está genialmente contado. La forma de entremezclar los momentos de un juicio y otro y éstos a su vez con las experiencias de Zuckerberg y Eduardo es sublime, como sublime es la escena en la que se muestra cómo a Zuckerberg se le ocurrió la idea de que cada usuario de Facebook indicase explícitamente si estaba casado, soltero, con rollo, etc.
De todas formas, hay que señalar que, si bien es cierto que con esta obra David Fincher demuestra que sigue en forma y que no está decayendo con el paso del tiempo, no lo es que, como han afirmado algunos, estemos ante la mejor obra de David Fincher, puesto que Seven o El club de la lucha siguen ganando a La red social por goleada.




sábado, 23 de octubre de 2010

HIERRO 3, Kim Ki-duk (2004) [7,7/10]

Tae-suk (Jun-Kyoon Lee) es un joven que se dedica a meterse en casas ajenas mientras sus dueños no están en ellas. Un día, en una de sus visitas, encuentra a Sun-hwa (Seung-yeon Lee), una joven que vive recluída en su casa y que es maltratada por su marido. Sun-hwa decidirá unirse a él en sus viajes por las casas de los demás, y entre los dos irá floreciendo una hermosa relación contada de forma magistral por el surcoreano Kim Ki-duk.

La relación entre Sun-hwa y Tae-suk recuerda en cierto modo a la que, en los años 60’, mantuvo una ama de casa de Iowa llamada Francesca con un fotógrafo de la National Geographic de nombre Robert Kincaid. En Hierro 3, al igual que en Los puentes de Madison, nos encontramos con un amor utópico, imposiblemente bello y hermoso, que, aún a pesar de haber sido corto o quizá precisamente por ello, permanece en nuestra memoria con tal nitidez que nos parece posible volver a vivirlo en cualquier momento. Que ese romance sea real o sea imaginario es lo de menos, porque lo cierto es que en Hierro 3, Kim Ki-duk cuenta las cosas de tal manera que parece que mezcla lo onírico y surrealista con lo real. Los personajes no articulan una sola palabra durante toda la película, logrando así el surcoreano una atmósfera que, junto con la característica puesta en escena, otorga al filme la infalsificable firma de Kim Ki-duk, y que le convierte en uno de los directores orientales más importantes de nuestro tiempo.

Kim Ki-duk repetirá argumentos en torno al amor en Time, como ya se ha visto en este blog, y un servidor está a la espera de ver más obras de este director para comprobar si en el resto de su filmografía esto sigue siendo así y se siguen contando tan bellas historias de forma tan metafórica, simbolista y apasionante.
La fotografía y la música aportan la guinda adecuada para que este pastel que es Hierro 3 sea de lo más exquisito para el espectador y quede fascinado por esta demostración (una más de tantas) de lo que los orientales saben hacer con una cámara.


jueves, 21 de octubre de 2010

LA CUADRILLA, Ken Loach (2001) [8/10]

Uno de los cineastas actuales que de forma más patente deja entrever sus ideales políticos en cada uno de sus filmes es el británico Ken Loach. De tendencia trotskista, Loach es conocido por sus filmes de temática social, cercanos a las clases bajas y no exentos de críticas al poder capitalista y neoliberal. En este sentido, películas como La cuadrilla entroncan con otras comentadas en este blog como Full Monty, donde también se retrata la vida de obreros golpeados por el capitalismo de la Dama de Hierro Margaret Tatcher.
Si en la película de Cattaneo veíamos a un grupo de desgraciados a los que Maggie dejaba en bolas, en La cuadrilla asistimos a las vivencias de unos trabajadores ferroviarios que ven cómo la compañía en la que trabajan es privatizada y han de amoldarse a las condiciones laborales exigidas por el nuevo jefe.
Con algunos actores traídos de hecho de la película de Cattaneo, como es el caso de Steve Huison, que si bien interpreta a dos personajes iguales en su situación económica son prácticamente antagónicos en su posición ante la vida; pienso que una de las mayores virtudes de La cuadrilla, y quizá de la práctica totalidad del cine de Ken Loach, es la inteligente combinación de comedia y tragedia para contarnos una historia que sin duda es triste, aportando graciosos momentos que nos arrancan una sonrisa. El realizador británico consigue así no sólo criticar el sistema económico liberal, sino además reírse de él y contar una tierna historia que a nadie deja indiferente y que invita a la reflexión.
En La cuadrilla, Ken Loach deja claro que, bajo el capitalismo, el obrero se convierte en su propio enemigo al asumir como propios los intereses de su explotador, lo cual le trae sin duda terribles consecuencias que es preciso tener en cuenta ante la posibilidad de quedarse sin trabajo.
Sumergidos en un triste paisaje nublado típico de Inglaterra, los personajes ven cómo su situación laboral les afecta no sólo en lo económico, sino también en lo personal, familiar y sentimental, hecho que, gracias a que parte del reparto está conformado por actores no profesionales, acerca al espectador las vivencias de cada una de esas personas para que las viva como propias, para que veamos en cada uno de los personajes de la pantalla esas mismas personas que vemos nosotros, espectadores, en nuestro día a día cuando vamos a nuestros centros de trabajo. Genial película de un más que interesante director.


martes, 19 de octubre de 2010

TERCIOPELO AZUL, David Lynch (1986) [6/10]

Como otras muchas películas de David Lynch, Terciopelo azul es un film de culto en el que el director indaga en las miserias y putrefacción que se esconden tras la fachada de libertad y felicidad de la sociedad estadounidense. La película empieza mostrándonos típicas escenas de un american way of life consolidado, con permanente sonrisa en la cara, pero bajo el que se esconden cucarachas y mugre. Podemos vivir muy tranquilos en nuestro chalet y salir cada mañana a regar el jardín sin ningún remordimiento de conciencia, pero sabemos que ahí fuera el crimen, la corrupción, la violencia y la explotación sexual están a la orden del día, y no por apartar la mirada de todos esos elementos éstos van a desaparecer. Estando las cosas como están, uno quiere pensar que, a pesar de todo, siempre nos van a quedar otras cosas, como el amor, que nos animarán a tirar hacia delante en un mundo caótico.
La historia de la que se sirve David Lynch para reflejar esta idea consiste en la investigación de un asesinato por parte de un joven llamado Jeffrey (Kyle MacLachlan) con tendencias detectivescas que involucra a una famosa cantante de club nocturno interpretada por Isabella Rossellini.
Como en otras muchas obras de Lynch, la partitura del filme vuelve a estar a cargo de Angelo Badalamenti, que aporta ese tono de tensión que contribuye a crear la atmósfera, aspecto completado por la en cierto modo oscura fotografía de Frederick Elmes, la cual dota a la obra de una estética particularmente tétrica, sobre todo cuando se presenta ante nuestros ojos ese desfile de peinados ochenteros tan horteras, valga la redundancia.
Siendo en ocasiones ligeramente aburrida a pesar de llevar prácticamente en su totalidad de metraje un ritmo correcto, Terciopelo azul permite a su realizador empezar a encontrar su sitio en lo que a confección de personajes estrambóticos se refiere, desde Frank (Dennis Hopper) hasta su amigo Ben (Dean Stockwell), ambos terroríficos a su manera. También, por supuesto, hay sitio para esa relación tan pastelosa entre Jeffrey y Sandy (Laura Dern) que, bien mirado, tampoco incomoda en demasía.
Pero sin duda, uno de los aspectos que más llama la atención del filme es el personaje interpretado por la hija de Roberto Rossellini e Ingrid Bergman, Dorothy Vallens. Sus curiosas apetencias sexuales nos recuerdan, a los que habíamos visto antes La pianista de Haneke, inevitablemente a los de aquella estricta profesora de piano magistralmente interpretada por Isabelle Huppert, donde violencia y sexo se entremezclaban hasta el punto de ser imposible distinguir entre uno y otro. Algo parecido ocurre en Terciopelo azul, y en la sociedad que representa ante nuestros ojos.

domingo, 17 de octubre de 2010

UN PEQUEÑO CAMBIO, Josh Gordon y Will Speck (2010) [5/10]

Un pequeño cambio, la última película de los creadores de Pequeña Miss Sunshine y Juno, gira en torno a una mujer que, cumplidos los cuarenta años, se da cuenta de que ya va siendo hora de tener un hijo, y a falta de un hombre con quien tenerlo recurre a la inseminación artificial. Se afronta así el tema de la maternidad como forma de evolución de la mujer, y se invita a reflexionar acerca de hasta qué punto es tarde para tener hijos. En este sentido, Kassie y Wally, los personajes encarnados por Jennifer Aniston y Jason Bateman, representan visiones opuestas y antagónicas con respecto a este tema. ¿Se debe esperar a la persona adecuada aunque parezca que se está retrasando demasiado? ¿O por el contrario hay que tener visión de futuro y ser consciente de que a cierta edad ya está empezando a ser demasiado tarde?
En Un pequeño cambio estos interrogantes se le van a ir planteando al espectador en clave cómica, a través de un guión que alterna casi matemáticamente las escenas más dramáticas y emocionantes con las más divertidas e incluso gamberras. Así, si en una escena nos estamos riendo a causa de las manías de Wally y su comportamiento neurótico, en otra nos estamos emocionando por sus sentimientos hacia el niño, todo ello acompañado de la música de Alex Wurman, la cual, por cierto, podría ser calificada por más de uno de efectista.
Uno de los aspectos que más se agradece de la película de Gordon y Speck es el haber elegido la Gran Manzana como ambientación de la historia, pues esas secuencias que muestran las calles de Manhattan y Central Park podrían remitir ligeramente a cineastas que también han escogido Nueva York como plató de sus producciones. Si bien, no estamos hablando de Woody Allen ni de lejos.
Además, esto último puede corroborarse con el decepcionante y en cierto modo absurdo final que, aunque quizá lógico para comedias románticas de este tipo, hace aguas por todos lados y da la sensación de estar metido con calzador.
En definitiva, Un pequeño cambio es una comedia romántica agradable de ver, cuya carta más alta resulta ser la bastante correcta interpretación del dúo Aniston-Bateman, la cual disimula pero en ningún caso disculpa el fallido final.

viernes, 15 de octubre de 2010

EL ÚLTIMO, Friedrich Wilhelm Murnau (1924) [7/10]

Una de las obras más importantes del Expresionismo Alemán es El último, dirigida por Murnau, e incluida dentro de la corriente creada por el dramaturgo Max Reinhardt conocida como Kammerspiele. Reinhardt proponía un teatro que consiguiese una mayor proximidad entre la representación y el público, que por fuerza debía ser reducido para captar mejor todas y cada una de las expresiones de los personajes. Murnau fue uno de los muchos cineastas alemanes que bebieron de su influencia, creándose así una corriente cinematográfica paralela al Expresionismo Alemán que se conocería como Kammerspielfilm.
El último es una importantísima obra en la Historia del Cine por ser una de las primeras en hacer un uso narrativo del movimiento de la cámara. Para ello, el operador Karl Freund se colgaba la cámara del pecho o la enganchaba en el extremo de una escalera de incendios para lograr espectaculares travellings. Del mismo modo, la cámara se mete en ascensores y distorsiona la imagen, acercándonos así a las sensaciones que está experimentando en ese momento el personaje, genialmente interpretado por Emil Jannings. Éste se convertiría en uno de los actores más importantes de toda Alemania, y quedará para la posteridad su interpretación del profesor Unrath para El ángel azul de Josef Von Sternberg.
En El último de Murnau, Jannings interpreta al portero de un lujoso hotel que es el orgullo de su barrio por lucir tan galante uniforme. Sin embargo, un día recibe la noticia de que, debido a su edad, será degradado a limpiador de los servicios, diciendo adiós a su uniforme y por lo tanto a su orgullo.
La película pretende ser una crítica antimilitarista a la excesiva importancia que en la sociedad alemana de entonces se daba al uniforme. No obstante, parece ser que el propio Jannings convenció al director para que añadiese un epílogo donde se explicase que, más que el uniforme, lo que otorga orgullo y poder sobre los demás a un hombre es el dinero que posea.
Con una magistral interpretación de Jannings reflejada en esos expresivos primeros planos, El último emociona por hacer gala de un excelente uso de la cámara para transmitirnos pena, vergüenza o cualquier otro tipo de sentimiento que sea preciso transmitir a base de distorsiones y fundidos entre imágenes.

miércoles, 13 de octubre de 2010

TIME, Kim Ki-duk (2006) [7,3/10]

Seh-hee (Ji-Yeon Park) está preocupada porque cree que está dejando de gustar a Ji-woo (Jung-woo Ha), su chico. Piensa que él se aburre de ver siempre el mismo cuerpo tras dos años juntos, y decide operarse y cambiar su aspecto.
Siendo la primera película que veo, no sólo de Kim Ki-duk, sino de cine coreano en general, he de decir que Time, aunque de primeras le descoloca a uno los esquemas ligeramente, es una genial historia acerca de medias naranjas y de paso del tiempo como cura de todos los males.
Ambos protagonistas desaparecen, se toman un tiempo para cambiar de cara, literalmente, estableciendo así Kim Ki-duk una genial metáfora. En cierto modo hacemos lo mismo cuando nos tomamos un tiempo con nuestras parejas, tenemos la esperanza de volver siendo unas personas nuevas, “otra cara”. Pero las cosas no volverán a ser iguales, ya no es lo mismo, y es frustrante saberlo.
Todos tenemos un modelo de cómo queremos que sea nuestra media naranja y lo vamos buscando por el mundo. Creemos que lo hemos encontrado, pero no. Vemos cosas que concuerdan con la definición de nuestra media naranja, pero sólo son meras coincidencias, y acabamos por entrar en un bucle sin fin en el que no podemos estar sin esa persona, pero tampoco con ella.
La fotografía y música del filme son preciosas. He visto poco cine oriental, pero lo poco que he visto me ha parecido que en general suele tener muy cuidados estos dos elementos, y suele ser muy gratificante a este respecto. Time, sus personajes y sus ambientes, la sociedad que muestra, parece ser muy occidental a pesar de desenvolverse en Asia. La forma de vestir de los protagonistas, su forma de moverse, apenas guardan diferencias con lo que se ve en Estados Unidos o en el viejo continente. Y esa forma de ser tan occidental mezclada con esos otros aspectos tan orientales y exóticos a ojos de un ciudadano de Occidente, otorga una fuerza y belleza visual que engancha desde el primer momento y hace el visionado muy agradable. A propósito de esto conviene destacar escenas tan sobrecogedoras como las de las esculturas del parque o las de Seh-hee con la careta de sí misma, que remiten casi a lo onírico y al surrealismo, todo ello bañado ocasionalmente en un peculiar sentido del humor del que el autor hace gala.