lunes, 28 de febrero de 2011

LUCES DE LA CIUDAD, Charles Chaplin (1931) [8,7/10]

Existen películas, como Luces de la ciudad de Charles Chaplin, que son difíciles de comentar por la sencilla razón de que, en ellas, prácticamente todo está resuelto de forma genuina. Podemos catalogar como obra maestra a Luces de la ciudad sin tan siquiera sonrojarnos, porque estamos ante cine en mayúsculas, arte puro y duro.
El maestro del gag visual demuestra que conoce y maneja el lenguaje cinematográfico como nadie, y nos cuenta las cosas tal y como debe hacerlo un profesional, un cineasta de raza. Cada secuencia, cada escena, cada plano, cada fotograma lleva impreso el sello “Made in Chaplin”, que hace la película inconfundiblemente preciosa, bella y tierna como nada en el mundo.
Ya sólo la primera escena de la película, en la que se nos presenta el personaje, constituye de por sí toda una lección de estilo y saber hacer, y maravillándonos con el resto de la película es como acabamos por comprender por qué Charles Chaplin es toda una leyenda de la Historia del Cine. Él es el cine.
En Luces de la ciudad, Chaplin interpreta a un vagabundo que se enamora de una pobre vendedora de flores ciega (Virginia Cherrill), a quien tendrá que ayudar a pagar las letras de su piso para que no la desahucien.
Como no podía ser de otra forma en el genio, en medio de enternecedoras imágenes que nos tocan en lo más profundo de nuestros corazones, las críticas al cine sonoro se hacen patentes en graciosísimas escenas que aún a día de hoy permanecen imborrables en las páginas de la Historia del Cine.
Luces de la ciudad eriza el vello de los brazos, es una obra necesaria, una película que cuesta creer que haya sido hecha por un mortal.

viernes, 25 de febrero de 2011

HAROLD AND MAUDE, Hal Ashby (1971) [6/10]

Uno de los directores más conocidos y con más renombre de la época del Nuevo Hollywood es Hal Ashby, posiblemente el más fumado y colocado de toda aquella pandilla de hippies que querían jugar al cine y parecerse a Antonioni, Fellini o a Bergman.
Una de sus obras más conocidas, si no la que más, es Harold and Maude, la cual relata la historia de un chaval (Bud Cort) obsesionado con la muerte y su peculiar idilio con una mujer octogenaria (Ruth Gordon).
Harold and Maude es una bella película acerca de la vida y su aceptación, todo ello envuelto en un ambiente de amor libre en el que, sin ningún lugar a dudas, su director debía sentirse como pez en el agua. De hecho, según cuentan, el director quería una escena en la que el chaval y la vieja apareciesen follando, pero la Paramount, evidentemente, ni por asomo toleraba tragar con eso.
He de decir, no obstante, que aunque la película empieza de manera realmente impactante y de forma bastante prometedora, conforme avanza el metraje va decayendo, llegándose a hacer aburrida y únicamente salvándose por alguna que otra escena inteligente que el chiflado de Ashby (quien, por cierto, realiza un cameo en la película) tiene la bondad de enseñarnos. Al final me acaba ganando, pero lo hace muy a regañadientes.
Uno de los fuertes de Harold and Maude es, con diferencia, la fotografía, que acompañada por la voz de Cat Stevens hace que podamos paladear unas deliciosas imágenes y podamos decir, por lo menos, que la película es agradable de ver.

martes, 22 de febrero de 2011

127 HORAS, Danny Boyle (2010) [8,4/10]

La última película de Danny Boyle relata el conocido caso de Aron Ralston, un montañero que quedó atrapado bajo una enorme roca durante cinco días. Escrita junto con Simon Beaufoy y basada en el libro del propio Ralston, donde él mismo contaba su experiencia, 127 horas aprisiona al espectador en la piel de un Ralston tan creíble gracias al brillante trabajo realizado por el actor que lo reencarna, James Franco.
Sin duda, lo mejor de la película son los valores que transmite. 127 horas es algo más que un tío atrapado por una roca que está luchando por salir de ahí. Es una película que refuerza el significado de la comunidad, que deja claro que una persona por sí sola no es nadie, pero que con todos aquellos que le rodean lo es todo. Aron Ralston comprendió que le quedaban demasiadas cosas por hacer y por vivir como para pudrirse en un desfiladero en medio de la nada. Entendió que fuera, en su casa, en su barrio, en su trabajo, había gente que le quería y que contaban con él, y que tenía toda una apasionante vida (¿qué vida no lo es, al fin y al cabo?) por delante, pero no para quedarse en un sillón marcado de por vida por lo que le había pasado, sino para hacer de su fatídica experiencia toda una lección de vida y seguir haciendo lo que más le gustaba.
Por supuesto, es inevitable la comparación de 127 horas con Buried, de Rodrigo Cortés. Evidentemente resulta más meritoria esta última, puesto que en 127 horas contamos con los recuerdos de Ralston, sus imaginaciones, además de las escenas rodadas en exteriores. Pero no creo que la intención de Boyle en este caso haya sido hacer “el más difícil todavía”, de ahí que se pueda permitir determinadas licencias que, de haberse tomado Rodrigo Cortés en su claustrofóbica película, hubiesen hecho que Buried pasase por la Historia del Cine sin pena ni gloria.
Con un montaje y realización que recuerda inevitablemente a Réquiem por un sueño en lo que a la pantalla partida y extraños planos detalle se refiere, Boyle vuelve a contar para la película con el director de fotografía Anthony Dod Mantle, habitual colaborador de Lars von Trier que también estuvo a cargo de la fotografía en Slumdog Millonaire.
El equipo de 127 horas ha sabido sacar una excelente historia de un hecho real, acontecido a un hombre cualquiera de una sociedad cualquiera, de forma que el si Ralston sale o no de ahí y cómo lo hace es lo de menos, porque lo importante es el mensaje de amor a la vida, tan necesario en estos tiempos de crisis, que la película transmite, siendo que deja al espectador con muy buen cuerpo a pesar de ser una película dura. Tan dura como una roca.

sábado, 19 de febrero de 2011

RÉQUIEM POR UN SUEÑO, Darren Aronofsky (2000) [7,7/10]

Tras su sorprendente Pi (fe en el caos), Darren Aronofsky volvió a las andadas con una de las películas más importantes de los últimos años como es Réquiem por un sueño, basada en la novela de Hubert Selby Jr. y escrita junto con él.
En Réquiem por un sueño, Aronofsky eleva a la sociedad contemporánea a lo más alto del éxito para dejarla caer y mostrar ante nuestros ojos cómo se destroza en mil pedazos tras un violento impacto contra el suelo.
La película es un durísimo, aunque quizá sobreactuado, puñetazo en el estómago de la sociedad del espectáculo, de la cultura de la imagen extravagante, y del pomposo sueño americano en definitiva.
Réquiem por un sueño es una interesante película sobre las adicciones que cuenta con un apetecible reparto encabezado por Jared Leto, Jennifer Connelly y Ellen Burstyn. En ella, al igual que en su anterior largometraje, Darren Aronofsky vuelve a hacer gala de un uso del montaje muy particular, siendo que determinadas escenas están prácticamente calcadas de Pi (fe en el caos), lo que hace que, si bien en esta última la pretenciosidad decíamos que se encontraba en la temática, en Réquiem por un sueño se traslada a la realización, volviendo a mostrarnos tomas recogidas a partir de una cámara pegada al cuerpo de un actor o pantallas partidas donde no son necesarias pero diremos “¡oh, qué original es este chico dirigiendo películas!”.
Sea como sea, Aronofsky demuestra ser un director con universo propio que, gracias a la fotografía de Matthew Libatique (con quien ya había colaborado en Pi), presenta un mundo opresivo a más no poder, casi irreal. Réquiem por un sueño es de esas películas que dejan poso.

miércoles, 16 de febrero de 2011

PI (FE EN EL CAOS), Darren Aronofsky (1998) [7,2/10]

Surgido de las entrañas del cine independiente estadounidense, el director Darren Aronofsky sorprendió al mundo con su primer largometraje, el cual lleva por título Pi (fe en el caos) y le valió el Premio al Mejor Director en Sundance 1998.
La película cuenta la historia de Max (Sean Gullette), un marginado social con una capacidad increíble para los números empeñado en hallar la cifra que venga a explicar el orden del universo.
Lo más interesante del debut de Aronofsky, o por lo menos lo primero que llama la atención al ver su ópera prima, es su propuesta visual. Se nos muestra una contrastadísima imagen en blanco y negro, muy granulada, a través de innovadores planos conseguidos a partir de un peculiar uso de la cámara, que lo mismo es transportada al hombro que anclada al cuerpo de los personajes, acercándonos así el director más a ellos, situándolos aún más en el centro de la historia.
Siendo que la cinta quizá rezume en su temática cierta pedantería y pretenciosidad, podemos intuir en Pi (fe en el caos) reminiscencias del cyberpunk, pues asistimos a una sociedad informatizada en exceso y apocalípticamente impersonal, lo cual, junto con la cañera música techno de Clint Mansell, acerca relativamente el modo de hacer de Aronofsky al posmodernismo.
Con un peculiar, y en cierto modo efectista, uso del montaje bastante acosador, Pi (fe en el caos) también deja entrever cierta crítica social a un mundo globalizado y caótico que precisa de una explicación para el ciudadano medio, aunque quizá sea precisamente esa imposibilidad de conocerlo al detalle lo que lo hace sublime y digno de disfrutar.

domingo, 13 de febrero de 2011

MÁS ALLÁ DE LA VIDA, Clint Eastwood (2010) [7,5/10]

Con su última película, Más allá de la vida, Clint Eastwood ha vuelto a dejar patente que es uno de los más grandes directores de cine que siguen en activo. Eastwood sabe cómo contarnos las cosas, y en esta última película escrita por Peter Morgan nos regala una emotiva obra que, si bien no está a la altura de otros grandes títulos suyos como Sin Perdón, tampoco se rebaja al nivel de Invictus, por lo que a mi entender la crítica se ha cebado bastante injustamente con ella.
Clint Eastwood ya es un hombre mayorcito, ochenta años nada menos, de ahí quizá que nadie mejor que él para dirigir un proyecto como Más allá de la vida, acerca de tres personas de distintas partes del globo que, en un momento de su vida, adquieren contacto directo con la muerte.
Ya las primeras imágenes de la película son sumamente sobrecogedoras, y únicamente podría achacárseles un excesivo uso del ordenador. Éste se nota demasiado, pero no importa, porque a partir de ahí la atención se va a posar sobre los personajes, adecuadamente interpretados por Matt Damon y Cécile De France, chirriando ligeramente los niños, Frankie y George McLaren.
En cuanto al guión, roza la frontera que separa lo verosímil de lo absurdo, pero por fortuna, a pesar de la gilipollez del final y algunos diálogos que parecen no haber experimentado revisión alguna, queda del lado de lo verosímil y todos los elementos permanecen bien hilados.
Por otra parte, el cameo de Derek Jacobi, y el hecho de que interprete el papel que interpreta, es todo un puntazo para una notable película a la que, quizá, podría echársele en cara su excesivo metraje.

jueves, 10 de febrero de 2011

LA HABITACIÓN DEL HIJO, Nanni Moretti (2001) [7,4/10]

Existen películas que, debido a la historia que cuentan, ponen los sentimientos a flor de piel, y es en ellas donde la labor de un buen actor se hace más necesaria, dado que de la interpretación de los actores dependerá que la película sea un ridículo melodrama sentimentaloide o una potente historia que golpea donde más nos duele. El caso de La habitación del hijo, de Nanni Moretti, con un reparto encabezado por él mismo que cumple sus funciones con creces, es el segundo.
El italiano, cuya película se llevó la Palma de Oro en Cannes 2001, nos cuenta la historia de una alegre y típica familia italiana de clase media acomodada que un buen día se ve sacudida por una terrible desgracia. Ya nada volverá a ser igual para cada uno de los miembros de la familia, pero la vida sigue.

Moretti sabe que está tratando un tema difícil, duro, que viola las leyes de la biología, y que precisamente por eso quizá uno nunca llega a recuperarse de ello. Pero hay que tirar hacia adelante, venga lo que venga. Sabe qué planos enseñar, qué secuencias mostrar y, sobre todo, cómo mostrarlas, de ahí que podamos padecer junto con los personajes y hablar de una buena película, hecha con sentimiento y ceyendo en ella.

A partir de La habitación del hijo, puede establecerse cierto paralelismo (salvando siempre las distancias) con los habituales temas tratados por Michael Haneke: en una familia de clase media con una vida holgada se introduce un elemento que la desestabiliza por completo. La familia ha sabido sacarse adelante a sí misma desde siempre, al menos en lo económico, pero cuando se trata de bucear más profundo para solucionar un problema mucho menos superficial se pierden, no saben qué hacer, y comienza el derrumbe. En este sentido cobra una fuerza sobrecogedora la incapacidad que Giovanni, el padre interpretado por el propio Moretti, padece a la hora de realizar su trabajo. Es un psicoanalista que ha venido sabiendo ganarse el pan a base de solucionar/aguantar los problemas de los demás, pero cuando se trata de solucionar el suyo propio pierde el norte. El tormento por un profundo sentimiento de culpa, surgido a raíz de estudiar qué podría haber hecho para evitar la horrible calamidad que les ha venido a pisotear a él y a su familia, le impide actuar con claridad, y actúa más movido por emociones que por razones.

La preciosa música de Nicola Piovani pone la guinda para que La habitación del hijo sea una preciosa y conmovedora obra que sitúa a Nanni Moretti como uno de los grandes del cine italiano actual.

lunes, 7 de febrero de 2011

EL SÉPTIMO CONTINENTE, Michael Haneke (1989) [6,3/10]

Michael Haneke se introdujo en el mundo del cine atestando un potente puñetazo sobre la mesa materializado en su ópera prima El séptimo continente. La película, basada en hechos reales, muestra a una aparentemente feliz familia burguesa de la Viena de finales de los 80’ que, de buenas a primeras, decide que no le gusta su vida y acaba por romper (no es un decir) con ella.
Ya en su primer largometraje para la gran pantalla el austríaco apuntaba maneras acerca de por dónde iba a tirar en cuanto a temática y realización de sus películas, hasta convertirse a día de hoy en uno de los más importantes directores de cine europeo y mundial. Michael Haneke experimenta con la típica familia occidental exponiéndola ante situaciones límite, muchas veces con violencia de por medio, todo ello aderezado con una realización tan suya que lo delata como si fuese su propio DNI. Cámara fija y planos largos son el sello del director, que junto con una música prácticamente inexistente consiguen una atmósfera tan opresiva como única. En El séptimo continente Haneke roba la identidad de sus personajes fijando la cámara principalmente en los objetos con los que éstos interactúan, de forma que el espectador tarda en ver la cara de aquellos a quienes va a acompañar en su cruzada contra el Estado del bienestar y la superficial sociedad de consumo, similar en cierto modo a lo que dentro de unos años haría David Fincher basándose en la novela de Chuck Palahniuk, El club de la lucha.

Puede entenderse que, puestos a contar una historia basada en hechos reales, se quiera ser fiel a lo que ocurrió de verdad; pero lo cierto es que una mejor explicación del comportamiento de la familia hubiera sido todo un detallazo por parte del director, así como un no tan abusivo uso de su estilo, lo cual hubiera evitado que la película se haga aburrida por momentos.

viernes, 4 de febrero de 2011

EL OLOR DE LA PAPAYA VERDE, Tran Anh Hung (1993) [4,4/10]

El olor de la papaya verde es una película vietnamita escrita y dirigida por Tran Anh Hung que en su día estuvo nominada al Óscar a la mejor película de habla no inglesa. El principal aliciente que encontré a la hora de decidir echarle un vistazo a la obra fue su origen, pues es Vietnam un país (de tantos otros) del que jamás he visto una sola película, pero en ningún momento pude imaginarme que ese mismo aliciente se convertiría, pasada una hora de metraje, en la única consolación que encontraría tras haber desperdiciado casi dos horas de mi tiempo. El saber que se ha visto una obra exótica desconocida para el gran público es algo que puede dejar un ligero buen sabor de boca, pero hay que decir que, por lo demás, la película es totalmente prescindible.
El olor de la papaya verde cuenta la historia de Mui (Man San Lu/Tran Nu Yên-Khê), una niña que trabaja como criada en la casa de una familia del Vietnam de principios de los 50’. El director nos obsequia con interesantes escenas en las que vemos la desigualdad existente entre la pobre chica y los hijos de la familia, permitiendo que nos hagamos ilusiones por sentir que estamos a punto de ver una historia de enfrentamiento entre clases sociales o algo por el estilo, pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que la segunda parte de la película, de no ser por algún que otro agradable giro, roza el calificativo de “coñazo insufrible”, y llegados a determinado momento la historia acaba, sencillamente, por importarme un bledo.
La realización, a pesar de estar chafada de vez en cuando a causa de los estridentes sonidos de la banda sonora, puede disfrutarse; y la cámara, con planos relativamente largos que muestran escenas llenas de vida, denota cierta profesionalidad digna de reconocimiento en un director novel.
El autor parece tratar de hacer poesía, pero sólo se queda en un intento fallido, ya que demasiados cabos quedan sueltos y finalmente la papaya no huele absolutamente a nada.

martes, 1 de febrero de 2011

EL ERIZO, Mona Achache (2009) [7,7/10]

Una de las operas primas más interesantes del 2009 fue El erizo, dirigida y escrita por Mona Achache, y basada en la novela La elegancia del erizo de Muriel Barbery.
El erizo es una mirada a los débiles, a los tristes, a los invisibles, a los incomprendidos. A todos aquellos disconformes con el mundo pero resignados a vivir en él.
Cuenta la historia de Paloma (Garance Le Guillermic), una inteligente y hasta cierto punto repipi niña que tiene la intención de suicidarse el día de su cumpleaños. La relación que establecerá con Renné (Josiane Balasko), la portera del edificio en el que vive; y el señor Kakuro Ozu (Togo Igawa), el nuevo vecino; nos irá descubriendo un conjunto de brillantes secuencias donde las reflexiones en torno a la aceptación de uno mismo y el enfrentamiento a la vida con las armas con las que se cuenta se irán sucediendo de un modo magistral gracias al buen hacer de su novel directora.
Cada una de las líneas narrativas desarrolladas por los personajes está perfectamente hilada, con un elegante uso de la elipsis en más de una ocasión y una acertada forma de contar lo que se quiere expresar.
Además, aparte de una bella representación de la vida y su aceptación, El erizo posee una agradable defensa de determinados valores como el amor y la cultura frente al dinero y la alta posición social, que son tiernamente expuestos ante el público gracias a las destacables interpretaciones de todos y cada uno de los personajes principales.
Quizá sobren algunas explicaciones excesivamente subrayadas en algunos momentos, pero en ningún caso molestan a la hora de disfrutar este apasionante debut de la francesa Mona Achache.