domingo, 31 de julio de 2011

CELEBRACIÓN, Thomas Vinterberg (1998) [8,1/10]

Al igual que muchas otras personas, desde que lo conozco, he tenido la sensación de que el llamado “Movimiento Dogma 95” era un intento de llamar la atención por parte de ciertos directores con tendencia a la prepotencia, cuando no sencillamente imbéciles (como es el caso de Lars von Trier). Parece ser que allá por el 95, aún quedaba algún que otro mediocre que no se había enterado de que el cine ya había sido “reinventado” por un tal Godard en 1960, y que, quizá ante su incapacidad para hacer cine del de verdad, decidieron que eso de encuadrar mal, mostrar las imágenes desenfocadas o una fotografía al nivel del vídeo de mi comunión, eran cosas que no sólo no quedaban tan mal, sino que hasta eran originales, tanto como para crear una corriente cinematográfica y lograr que se hable de ti a lo largo y ancho de este mundillo del cine.

Junto con el mencionado von Trier, firmó el Voto de castidad del Dogma 95 otro director también danés llamado Thomas Vinterberg, siendo su película Celebración la que supondría el oficial pistoletazo de salida del Dogma 95 y una de las más celebradas entre los gafapastas fanáticos de dicho movimiento.

Celebración
nos sitúa en el 60 cumpleaños de un importante ricachón de Dinamarca cuya familia ha acudido a su lado para celebrar un banquete y una pequeña fiesta en su honor. Lo que nadie sospecha es que uno de sus hijos está dispuesto a pronunciar un afilado discurso que no dejará indiferente a ningún comensal. Tampoco al espectador.

Celebración es un drama familiar que viene a hacer una crítica demoledora y mordaz a la burguesía, a esas familias de ricos que únicamente se miran su ombligo y rezuman hipocresía por los cuatro costados. Puede apreciarse también cierto guiño hacia las clases populares en el enfrentamiento que tiene lugar entre el servicio y los comensales, acercándose así el filme ligeramente a la crítica social.

Celebración cuenta con un guión que va poco a poco. Al principio puede hacerse un poco confusa, pero pronto el primer golpe en el estómago acaba por llegar, pillándonos con la guardia baja, y a partir de ahí la película se pondrá de lo más interesante.


En definitiva, Celebración resulta una película muy entretenida, a la que únicamente reprocharía la aparición de algún que otro personaje que desentona demasiado (literalmente, además, y perdón por la broma), y la puñetera realización dogmática propia de estudiantes de primero de realización más que de verdaderos cineastas.

miércoles, 27 de julio de 2011

PERDICIÓN, Billy Wilder (1944) [8,6/10]



Una de las obras cumbres y fundacionales del cine negro es Perdición, dirigida por Billy Wilder y escrita junto con Raymond Chandler basada en una novela de James M. Cain.
Perdición trae a escena a una Barbara Stanwyck convertida en la femme-fatalle más temible de la Historia del Cine. Su víctima es Fred MacMurray, un vendedor de seguros con quien la mujer se compincha para cargarse a su marido y cobrar el dinero del seguro. Pero las cosas se torcerán, y para cuando MacMurray quiera enderezarlas, quizá sea ya demasiado tarde.
Al igual que volverá a demostrar posteriormente con peliculones como El crepúsculo de los dioses o Testigo de cargo, Billy Wilder, el maestro de la comedia, nos sumerge en la más absoluta de las tensiones y nos ata a la pantalla para obligarnos a presenciar una historia de decadencia, de vicio y de descenso a los infiernos de aquella corrupta sociedad que tan bien supo retratar el cine negro clásico.
La magistral dirección de Wilder queda patente desde el momento en que, a pesar de que el enamoramiento de Fred MacMurray por Stanwyck carece de toda lógica, al espectador no le importa lo más mínimo y pasa a quedar completamente hipnotizado por la tenebrosa luz negra que John F. Seitz se encargó de imprimir a la película y las imágenes que nos regaló Wilder en Perdición, toda una joya del séptimo arte.


sábado, 23 de julio de 2011

LA EVASIÓN, Jacques Becker (1960) [8,2/10]

Una de las películas que más desconocía y que a la vez es una de las obras más valoradas es la última película que dirigió el francés Jacques Becker, La evasión.


Basada en la novela de Jose Giovanni, La evasión sitúa la acción dentro de una cárcel francesa, en una de cuyas celdas los prisioneros traman una fuga. Con un estilo asombrosamente realista, favorecido en parte por los rostros desconocidos que ejercen de protagonistas, el director nos contará una historia de camaradería acerca de la belleza que reside en el camino hacia una meta, más que en la meta en sí.


La tensión lograda es de una calidad y perfección intachable, y Becker la sabe mantener en constante ascenso de una forma majestuosa. La larga duración de los planos en los que los presos lijan los barrotes o cavan hoyos, no hace sino aproximarnos aún más a esa celda, a respirar el cansancio y sentir el ansia de libertad con la que cargan los protagonistas, resultando La evasión casi un documental acerca del proceso que siguen cinco hombres para fugarse de una prisión.


Aparte del mencionado realismo, llama la atención cómo presenta el director la idea de la libertad. Cómo muestra a los personajes continuamente rozándola, acariciándola cada vez más, pero nunca llegando a agarrarla por completo, acercándonos así a la desesperación del preso, del que ha tenido el objeto deseado a su alcance pero, por una razón u otra, no ha podido o no ha querido hacerse con él aún.


martes, 19 de julio de 2011

TAXI DRIVER, Martin Scorsese (1976) [10/10]

Existen películas que son de toda una generación. Por ejemplo, está la gente que se crió con Tiburón, o que crecieron con La Guerra de las Galaxias, o que su existencia ha ido pareja a la de Martin McFly en la película de Regreso al futuro. Pero también, del mismo modo que una generación entera se adueña de una película y la hace suya para la posteridad, puede ocurrir que una película sea apropiada, no por toda una generación, sino por únicamente una sola persona. Así, no es raro ver a alguien cuya película es Amélie, o que es incapaz de ser objetivo a la hora de hablar de Titanic, o que si no fuese por Casino su existencia no tendría sentido. Para cada uno de esos individuos “su película” es la mejor de todas, y siempre lo será. De acuerdo, están El Padrino, El Padrino II, Ciudadano Kane, etc., pero “su película” tiene algo que la hace diferente a las demás, y que la dota de un encanto que tiene ella y sólo ella, por lo que la hace especial y única, aunque objetiva e históricamente no sea la mejor.


Lo confieso, yo también tengo “mi mejor película”, esa con la que no puedo ser objetivo ni aunque me paguen, esa con la que tuve amor a primera vista, de la que, por no sé qué razón, quedé prendado para siempre y se ha convertido en algo más que una película para mí. Me refiero a Taxi Driver, de Martin Scorsese.


¿Fue porque en el momento de verla estaba pasando por una etapa amorosa que guardaba cierta relación con los fracasos de Travis Bickle (Robert de Niro)? ¿Fue porque, sin quererlo, me identifiqué con aquel pobre diablo tan patéticamente solitario? ¿Fue porque sentía como una puñalada cada una de las miradas de miedo, incomprensión, lástima que le lanzaban los distintos personajes de la película? ¿O fue porque yo también veía en mi día a día cosas parecidas a las que veía Travis desde su taxi? No lo sé, pero el caso es que desde que ví cómo, ya al final de la película, Travis deja a Betsy (Cybill Shepherd) en su casa sin siquiera cobrarle la carrera y lanzándole una última mirada a través del retrovisor mientras se pierde en la noche neoyorquina y aparecen los títulos de crédito con la música de Bernard Herrmann de fondo, mi vida no ha vuelto a ser la misma.


Lo sé, soy consciente de ello. Travis Bickle es un fascista asqueroso, un indeseable al que ni siquiera yo mismo querría tener de vecino. Pero es que, por mucho que me pese, no puedo dejar de ver en ese veterano de Vietnam una pobre víctima de algo que le ha venido demasiado grande. La historia de Taxi Driver es la historia de alguien que no puede más con la cantidad de mierda que ve día sí, día también, y que, humildemente, arrima el hombro un poquito para tratar de hacer de la sociedad algo mejor. ¿Y cómo lo hace? Sacando a una niña prostituta (Jodie Foster) de la calle y devolviéndola a sus padres, para que vaya al colegio y se eduque como Dios manda. Así, por lo menos, logrará mantener la conciencia mínimamente limpia, reluciendo ligeramente entre tanta suciedad. Lo siento, pero me parece la historia más preciosa llevada jamás al cine.


El guión de Paul Schrader no es especialmente bueno, y la producción no es que sea lo más, y tampoco la dirección de Martin Scorsese. Ni siquiera la música de Bernard Herrmann me apasiona. Pero no sé qué es lo que me pasa con Taxi Driver, que es la única película que consigue la cuadratura del círculo y logra convencerme de que dos más dos pueden ser cinco. En Taxi Driver se dan una serie de elementos que, por separado, pueden tacharse hasta de mediocres (es broma, nada en Taxi Driver es mediocre, ¡por Dios!), pero todos juntos, conforman un todo que funciona a la perfección, y que se extiende como la pólvora hasta crear la gran obra maestra que es Taxi Driver. Una obra que algunos consideran un western urbano, y que ya desde hace tiempo viene reivindicándose como película de culto. Lo mío con esta película tiene más de emocional que de racional.

viernes, 15 de julio de 2011

DESAYUNO CON DIAMANTES, Blake Edwards (1961) [7,2/10]


En 1961, basándose en una novela de Truman Capote, Blake Edwards dirigió una de las películas que pasó a convertirse en uno de los iconos del cine americano y mundial. Nos referimos a Desayuno con diamantes.

En ella vemos a la mujer más guapa del mundo que ha caminado sobre la faz de la tierra, Audrey Hepburn, interpretar a Holly Golightly, una buscona amante de las joyas y el dinero que continuamente está a la caza de un ricachón a quien beneficiarse. No obstante, aparecerá en su vida el escritor Paul Varjak (George Peppard), y las cosas quizá empiecen a cambiar.

En Desayuno con diamantes nos encontramos ante una bastante correcta dirección, con unos grandísimos actores y una preciosa música de Henry Mancini que conforman un todo tan sumamente armónico y casi perfecto que llega incluso a disimular la falta de verosimilitud que rezuma la historia por los cuatro costados.

Y es que estamos ante un mito de la Historia del Cine en el que los personajes no evolucionan lo más mínimo, y cuando lo hacen, ocurre de manera rápida y disfuncional. ¿Porque qué es lo que le hace a Holly cambiar de opinión y de filosofía de vida al final de la película? ¿La parrafada que le suelta el bueno de Paul? Y esa es otra ¿cómo diablos puede alguien enamorarse de alguien como Holly? Estas serán sólo algunas de las preguntas que se irá haciendo al aventurero que decida echarle un vistazo a Desayuno con diamantes y que, lamentablemente, quedarán sin respuesta.

Sin embargo, la película funciona, deja una sensación grata. ¿Por qué? Quizá sea porque Hepburn era demasiado guapa, o porque Moon River es una de las canciones más bonitas que se han escrito, o porque, sencillamente, estas son las cosas que hace el cine americano, jugar con nosotros, engañarnos, y engañarnos bien. Hacer magia y fabricar sueños como nadie.


lunes, 11 de julio de 2011

UN TIPO SERIO, Ethan y Joel Coen (2009) [6,3/10]

Uno de los elementos que con más gusto se saborean a la hora de echarle un vistazo a Un tipo serio, de Joel y Ethan Coen, es su suave y ligeramente gris fotografía, la cual contribuye a crear una atmósfera tan amarga como insólita en la que se desenvuelve Larry Gopnik.
Interpretado magistralmente por Michael Stuhlbarg, un reconocido actor de Broadway, Larry lleva una aparentemente feliz vida, tranquilo, con su mujer y sus hijos. Sin embargo un buen día, como quien no quiere la cosa, todo se le empieza a torcer y se verá obligado a afrontar diversas situaciones que le harán la existencia verdaderamente agobiante.
Con un tono oscilante entre la comedia y el drama, la película parece hablar de la opresión a la que día a día es sometido el ciudadano de a pie por parte de los elementos que conforman su vida: religión, matrimonio, comunidad, familia, etc. Uno quiere pensar que, para ser feliz en una vida que le cansa, lo que quizá necesite sea mirar las cosas con otros ojos, con otra perspectiva, que le ayuden a tirar para adelante y seguir encontrando su sitio y su identidad.
Siendo sensiblemente densa en su trama aunque sin llegar al aburrimiento, Un tipo serio está más cerca del drama que de la comedia, y no precisamente porque conmueva, sino porque apenas hace gracia.

jueves, 7 de julio de 2011

KICK-ASS, Matthew Vaughn (2010) [6,4/10]

Una de las películas del año 2010 que mejor acogida encontró entre el público fue Kick-Ass de Matthew Vaughn.
Basada en una historia de cómic escrita por Mark Millar y John Romita Jr., la película nos presenta al típico joven de highschool estadounidense (Aaron Johnson), un friki no demasiado agraciado, ligeramente patoso con las chicas y acompañado siempre de sus dos amigos igual o más frikis que él. El protagonista, un apasionado de los tebeos de superhéroes, descubre que es precisamente eso lo que falta en el mundo, un superhéroe que ponga un poco de orden ante tanto abusón.
Sin ningún lugar a dudas, lo mejor de Kick-Ass es su realización, muy respetuosa con lo que cabría esperar de la adaptación cinematográfica de un cómic. Las transiciones entre escenas, los letreros a modo de leyendas, las salpicaduras de sangre y el sonido de los golpes son de una violencia elegantísima y sencillamente majestuosos.
La primera mitad de la película no despertó en mí el mayor interés, era una película de superhéroes bastante original, pero no me entusiasmó demasiado. No obstante, puedo decir sin temor a equivocarme que la segunda hora del filme resulta de lo más entretenida, con más escenas de acción, más cine en estado puro y mucha menos sensación de monotonía. La forma en que Hit Girl salva a Kick-Ass de ser quemado vivo sólo puede calificarse de brutal.
Kick-Ass es una película que no está mal, que ofrece un interesante discurso sobre la identidad y sobre lo que supone crearse una imagen en la digitalizada sociedad del siglo XXI a través de elementos como las redes sociales; pero que, lamentablemente, no llega a entusiasmar tanto como prometía en un inicio y decepciona ligeramente.