miércoles, 29 de septiembre de 2010

Z, Constantin Costa-Gavras (1969) [9/10]

Un conocido diputado de izquierdas llega a la ciudad con ocasión de una conferencia-mitin, en una sociedad gobernada por la extrema derecha tanto en el ámbito político como en el social. Los provocadores fascistas del Gobierno no dudan en acudir a reventar el acto, que se salda con la muerte del orador, y cuya investigación no dejarán de entorpecer mediante amenazas, manipulación de pruebas y demás artimañas para que la verdad no salga a la luz y se identifique al asesino.
Este es el argumento que presenta Z, basada en la novela homónima de Vassilis Vassilikos, y una de las películas más conocidas del director franco-griego Constantin Costa-Gavras, maestro del cine político y conocido por su simpatía hacia las izquierdas.
Z es una película antifascista que, en este sentido, puede recordarnos a esas otras obras también antifascistas que conformaron el neorrealismo italiano, especialmente las de Rossellini. Es una película contra la autoridad y el abuso de poder en la sociedad occidental capitalista, que presume de representar el paradigma de mundo libre y que no duda en atacar a toda tendencia opositora con capacidad para hablarle de tú, en un claro ejemplo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. La película no parece denunciar ningún Gobierno en concreto, sino todos a la vez. No se dan nombres, sólo cargos; y no se habla de lugares específicos, sino de "ciudad" o "país". Pero los autores ya se encargan de que desde el principio del filme quede claro que cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia. Sólo con esta advertencia inicial uno ya coge con gusto la película, un poco confusa al principio, pero que se va aclarando y va subiendo de intensidad cada vez más hasta alcanzar un clímax final en el que el espectador se alegra de haber invertido dos horas de su tiempo en visionar semejante joya.
Siendo de los primeros filmes del director, la realización es mejorable en cuanto a técnica (en alguna ocasión se ve el micro, algunos planos no son todo lo estéticos que a uno le gustaría), pero en tanto que forma de contar la historia no puede ser mejor, con elegantes flashbacks, contando con imágenes cada versión de los interrogados. Ese tipo de cosas hicieron que Z bien mereciera el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1969, y también el de montaje.
Con una estética que recuerda vagamente al spaguetti western en cuanto a la música (de Mikis Theodorakis) y a la apariencia de los personajes (uno tiene la sensación de que de un momento a otro va a aparecer el feo de Eli Wallach haciendo de las suyas), Z presenta un reparto de lujo en el que destacan Yves Montand y Jean-Louis Trintignant, a quienes ya habíamos visto en las películas comentadas en este blog El salario del miedo y Un hombre y una mujer.
Una genial película de un más que respetado director con la que en ocasiones uno se ríe, debido al peculiar sentido del humor que por momentos el filme destila, pero que en verdad no tiene ni pizca de gracia.

sábado, 25 de septiembre de 2010

DÍAS DE VINO Y ROSAS, Blake Edwards (1962) [7,5/10]

Una de las películas que mejor retrata el tema del alcoholismo en imágenes es Días de vino y rosas, de Blake Edwards. En ella vemos al dúo Jack Lemmon-Lee Remick interpretar a una pareja de alcohólicos cuya relación está cimentada en el exceso de bebida. Deben salir de la trampa mortal del vicio, pero también deben mantener su matrimonio a salvo. ¿Ambos estarán dispuestos a hacer lo que sea?
Días de vino y rosas se centra en el tema del alcohol, pero al fin y al cabo podría extenderse a todos aquellos ámbitos en los que el ser humano se guía más por pasiones que por razones, como por ejemplo en el amor, donde muchas veces estamos tentados de hacer cosas que sabemos que no debemos hacer. Así, en la película de Blake Edwards la tentación acecha continuamente a la pareja, situación que se vuelve aún más dramática desde el momento en que hay una hija de por medio.
La película, en tanto que historia, tarda en despegar, y la primera hora de metraje, a pesar de la velocidad con la que tienen lugar los acontecimientos o quizá precisamente a causa de ello, se torna bastante insufrible. De este modo estamos viendo durante los primeros sesenta minutos una pareja después matrimonio a la que las cosas le van bien y que incluye alguna que otra gracieta. Es decir, no hay conflicto, lo que hace bastante soporífera la primera parte.
No es hasta que Joe llega borracho a casa y empieza a sufrir las consecuencias de su adicción a la bebida y a transmitírselas a su mujer cuando la película empieza a coger ritmo y atractivo. Pasamos así de la comedia ligera al drama conmovedor mediante un giro de 180º. Con una magistral interpretación que desmiente rotundamente todas las habladurías que mencionaron a un Jack Lemmon encasillado en la comedia, el actor se convierte en un alcohólico de pro que en más de una escena pone los pelos de punta, sobre todo a aquellos que le conocíamos por haberle visto disfrazado de mujer o ejerciendo de pringado para el goce de sus superiores en busca de un ascenso. Lee Remmick también cumple su trabajo con creces, y obenemos así una emocionante historia que, aún tardando en emocionar, logra su objetivo y nos transmite la tristeza de una familia que naufraga en alcohol.

martes, 21 de septiembre de 2010

EL VERANO DE KIKUJIRO, Takeshi Kitano (1998) [6,3/10]

El verano ha llegado, y los amigos del pequeño Masao (Yusuke Sekiguchi) se han ido de vacaciones. Sumergido en un mar de soledad y golpeado además por el aburrimiento, Masao echa en falta a su madre, a quien nunca ha visto y decide ir a buscar. No obstante, es demasiado pequeño para viajar él solo, por lo que con él irá Kikujiro (Takeshi Kitano), un amigo de la familia que, a pesar de no parecer la mejor compañía para un niño de nueve años (es un jugador empedernido y su modo de vida está a años luz de ser considerado moralmente correcto), acabará por transmitir ternura al niño y recibirla de éste, además de ambos transmitírsela al espectador.
El verano de Kikujiro es una de las películas más aclamadas del director japonés y presentador del programa Humor Amarillo. En ella, a través de una curiosa mezcla de humor y drama, Kitano nos cuenta una enternecedora historia que resalta los valores de la amistad y el recurso a la fantasía como medio para tratar de superar los males terrenales.
Siendo la primera película que veo de Takeshi Kitano y sabiendo que se diferencia mucho de aquello a lo que sus más fieles seguidores esperan de él, he de decir que, aunque en un primer momento puede parecer estúpida y uno no termina de tener muy claro de qué va todo esto que se nos presenta en la pantalla ante nuestros ojos, el filme acaba por emocionar y, con un curioso sentido del humor, el director nos hace reír con las aventuras que Kikujiro y el niño van viviendo a lo largo de su viaje, así como con los curiosos personajes que van apareciendo en la historia.
Mención especial merece también la preciosa partitura de Joe Hisaishi, así como la magistral composición de planos que se marca el realizador, destacando sobre todo aquellos en los que se deja más patente la soledad del niño en verano (véase el del campo de fútbol).
Enternecedora película de la que uno se esperaba otra cosa, pero que tampoco llega a decepcionar.

viernes, 17 de septiembre de 2010

EL SABOR DE LAS CEREZAS, Abbas Kiarostami (1997) [6/10]

En los tiempos que corren y con los distintos Festivales de Cine que se celebran a lo largo y ancho del globo, el público general está teniendo acceso a cinematografías distintas de las que suelen inundar nuestras pantallas, principalmente la estadounidense y en menor medida la europea. Así, cada vez es menos extraño tener noticias de directores y producciones japonesas, latinoamericanas o, como el caso de la película que nos ocupa hoy, iraníes. La punta de lanza del cine iraní a día de hoy se llama Abbas Kiarostami, y con su película El sabor de las cerezas logró la Palma de Oro en Cannes en 1997.

El sabor de las cerezas es una reflexión sobre la vida que nos presenta a un hombre (Homayoun Ershadi) que se quiere suicidar y busca alguien que esté dispuesto a enterrarle. A través de las distintas "entrevistas de trabajo" que realiza a los candidatos a enterradores, el hombre va recibiendo diversas razones para no llevar a cabo tan indeseable empresa en una sociead tan fundamentalista como es la iraní.

Kiarostami cuenta una historia bonita e interesante, pero en mi opinión no la cuenta bien, o por lo menos a mí no me ha gustado cómo me la ha contado. Eso de enganchar una cámara al asiento del copiloto enfocando al conductor, poner a Homayoun Ershadi a dar vueltas con el coche y construir la película principalmente a base de los planos que la cámara ha ido tomando, es angustioso, claustrofóbico y puede que hasta mareante. Desagradable en cualquier caso, y lleva a cogerle un poco de tirria a la película.
En esta película también abundan los planos largos en los que no se corta ni a la de tres, y a mí personalmente me gusta este tipo de planos que hacen directores como Angelopoulos o Tarkovski, pero si el paisaje que presentan es entre feo y horrible y la acción carece por completo de interés (como es el caso de El sabor de las cerezas) es difícil que el espectador pueda ver un mínimo de atractivo en ellos.
Del mismo modo, y acorde con lo anterior, pueden llegar a cansar esas tomas exteriores al coche en las que únicamente oímos las voces de los personajes. Obtenemos así un exceso de voz en off que nos lleva a plantearnos si no será ésta una película para escuchar más que para ver.

Tras ver este filme de Kiarostami uno quiere pensar que son esas pequeñas pero agradables cosas las que hacen de la vida algo digno de ser vivido. Todos hemos de encontrar nuestro particular sabor de las cerezas y hallar motivos para tirar hacia delante, a pesar de los palos que vayamos recibiendo por el camino. Como ya digo, la historia no puede ser más bonita, pero lo cierto es que el filme no llega a emocionar ni por asomo, y las cerezas saben a poco.

lunes, 13 de septiembre de 2010

TOY STORY 3, Lee Unkrich (2010) [8,7/10]

Andy ya no es aquel niño que jugaba con el vaquero Woody y el soldado intergaláctico Buzz Lightyear. Ha crecido, y cuando llega el momento de irse a la Universidad sus juguetes se quedan preocupados por qué va a pasar con ellos. ¿Los tirará a la basura? ¿Los guardará en el desván? Woody (Tom Hanks), Buzz (Tim Allen) y los demás irán a parar a una guardería donde los niños tienen una forma de jugar con los muñecos muy alejada de la cariñosa manera con que Andy les trataba. Los juguetes de Andy vivirán divertidísimas y emocionantes aventuras y conocerán nuevos personajes en su cruzada por escapar de la horrible guardería.
Lo cierto es que de primeras no tenía especiales ganas de verla, pero al coincidir con tanta gente que me decía, no sólo que era buena, sino que era una pasada, y tras ver que en Filmaffinity tiene un 8,5, fui a ver Toy Story 3, y desde luego que ninguna de las personas que me la pusieron por las nubes estaba equivocada. Uno sale de ver Toy Story 3 con una sonrisa de oreja a oreja solo ligeramente eclipsada por la clavada que supone la entrada para verla en 3D (el cual, por cierto, sobra de una manera increíble).
Puedo decir sin ningún tipo de rubor que Toy Story 3 es una de las historias que he visto en la gran pantalla que más me ha emocionado en lo que va de año. Es increíblemente perfecta, te hace reír, te emociona, te mantiene en tensión. Es un guión trabajado con precisión de relojería suiza, cuyo artífice ha sido nada menos que Michael Arndt, guionista de la también exitosa Pequeña Miss Sunshine y cuyo nombre, a partir de ahora, servirá para un servidor como garantía de “película que hay que ver”.
Como ya decimos, la historia atrapa al espectador de una manera asombrosa, lo cual viene ayudado por la facilidad con la que los antagonismos (tanto internos como externos) se identifican y se entremezclan. Además, la cinta dirigida por Lee Unkrich nos regala escenas sobrecogedoras que ponen los pelos de punta. Jamás hubiésemos imaginado que unos juguetes hechos por ordenador pudiesen transmitir tanto.
Obras como esta no sólo se ven; se disfrutan con lágrimas de felicidad en los ojos. En la película no sobra nada, y es preciso que sea degustada de principio a fin, títulos de crédito incluidos. Comedia, acción, sentimientos, todos ellos cumplen su función en esta majestuosa joya cinematográfica de Pixar con la que, diría, es posible que disfruten más los mayores que los niños. Obligatoria.

jueves, 9 de septiembre de 2010

EL NOMBRE DE LA ROSA, Jean-Jacques Annaud (1986) [8/10]

En una abadía del norte de Italia están ocurriendo unos sucesos muy extraños. Uno de los abades ha fallecido en unas extrañas condiciones y se cree que el Diablo puede tener algo que ver. Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso acuden al lugar para tratar de esclarecer lo ocurrido.
En 1986 Jean-Jeacques Annaud adaptó al cine la conocida novela de Umberto Eco El nombre de la rosa. Para ello contó con Sean Connery en el papel de Guillermo de Baskerville y Christian Slater en el de Adso.
Muy a mi pesar, no he leído la novela de Eco, por lo que no podré realizar un análisis de la película tal y como me gustaría, pero creo que aunque podría calificarse la historia de anticlerical, o por lo menos denunciante de lo que la Iglesia fue en su pasado, sobre todo por lo que atañe al tema de la Santa Inquisición (que de Santa tenía el nombre); quizá sea más correcto decir que estamos ante un relato que, más que criticar a tal o cual religión, sí pretende denunciar el absurdo intrínseco de éstas, así como de sus cimientos y razón de ser, y sobre todo reírse de ellas. Todo ello a través de una trama que cuenta con todos los ingredientes para convertirse en un best-seller invasor de estanterías de FNAC, aunque sin llegar a hablar de un Código da Vinci o un Millenium.
Una de las cosas que más destacan en el filme es la forma en que el reparto cumple con creces su función, empezando por Sean Connery en el papel de ese Sherlock Holmes transportado al siglo XIV y pasando por Ron Perlman como el horripilante Salvatore, sin olvidarnos de F. Murray Abraham como terrible inquisidor.
Ciertamente, la relación de Adso y su maestro recuerda irremediablemente a la de los personajes londinenses de Conan Doyle, Holmes y Watson, lo que en más de una ocasión aporta ligeros toques cómicos a una película cargada de misterio e intriga genialmente dirigida por Annaud, que en ningún momento decae y que consigue que no apartemos la mirada de la pantalla en ningún momento. Magnífica película, muy agradable de ver.

domingo, 5 de septiembre de 2010

BONNIE Y CLYDE, Arthur Penn (1967) [6/10]

En 1929 tuvo lugar en EEUU y en todo el mundo capitalista una crisis económica que hizo temblar los cimientos del libre mercado puro y duro. La burbuja, como tantas veces en la historia de la economía, explotó, trayendo con su explosión una serie de consecuencias que, como siempre, afectaron a los más pobres. Se desencadenó una tremenda crisis cargada de paro, miseria y suicidios de personas que se habían arruinado, ante la cual muchas personas decidieron atracar bancos para conseguir dinero con el que salir adelante.
Bonnie y Clyde, de Arthur Penn, cuenta la historia de una pareja de ese tipo de atracadores que buscan recuperar lo que la Gran Depresión les ha robado a ellos. La película, un poco sobrevalorada quizá, posee su principal atractivo en situar el punto de vista en el lado de los oficialmente malos, para ver que, al fin y al cabo, son personas tan normales como cualquier ciudadano de a pie, que simplemente están recuperando lo que es suyo y que se identifican con el populacho. Parecido a Robin Hood, aunque salvando las distancias.
Digo que está sobrevalorada porque la relación entre Bonnie (Faye Dunaway) y Clyde (Warren Beatty) no se la cree nadie, y porque en el filme las cosas pasan demasiado rápido. Uno llega a dudar de si lo que está viendo en la pantalla es algo real o se trata simplemente de un sueño de alguno de los personajes. Hay escenas que no vienen a cuento, y la historia da la sensación más de una vez de no estar muy bien contada. La película es entretenida y se deja ver, aunque sin ninguna duda, lo mejor del filme es Faye Dunaway, que rebosa erotismo por doquier en todas las escenas en que aparece.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

FULL MONTY, Peter Cattaneo (1997) [8/10]

España, y Occidente entero, está pasando ahora mismo por una crisis financiera como nunca se ha conocido. Esta crisis capitalista, como todas, trae consigo las consecuencias de siempre para las víctimas de siempre: paro y miseria para los trabajadores. Hace tiempo Inglaterra pasó por una crisis con similares efectos bajo el gobierno de Margaret Tatcher, la dama de hierro, quien con sus políticas liberales puso patas arriba el sistema de asistencia social y de Estado del bienestar existente en Inglaterra. Esta crisis marcó una época, conocida como “tatcherismo”, que caló muy hondo en el imaginario de cientos de miles de ingleses y que, como no podía ser de otra forma, se vio también reflejada en el cine. Una de las películas que reflejan esta época de desempleo y desesperación estuvo dirigida por Peter Cattaneo. Nos referimos a Full Monty, que vendría a significar en el contexto de la historia que nos cuenta la película algo así como “desnudo integral”.
Gaz (interpretado por un magnífico Robert Carlyle), como muchos otros, se ha quedado en paro tras haberse venido abajo la industria del acero que le daba de comer, situación ya penosa de por sí a la que se suma el tener que lidiar con su ex y su perfecta vida por la custodia de su hijo Nathan (William Snape). Necesita salir adelante como sea, necesita una buena idea con la que emprender y volver a vivir dignamente, y qué mejor empleo que actuar en un local de strip-tease para mujeres.
Al igual que ya hicieron películas como Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000) y otras de Ken Loach, Full Monty nos muestra las vidas de esos ingleses a los que el capitalismo inglés de “Maggie” privó de dignidad. Full Monty puede ser uno de los ejemplos de cómo debe ser un buen guión porque, a la vista de la trama, bien podría parecer que nos encontramos ante una estúpida comedia americana, pero lo cierto es que con Full Monty Simon Beaufoy nos regala una historia cargada de ternura, buenos sentimientos y de lucha por, ante todo, no perder la ilusión.
Y es que nada sería igual en la película de no ser por el espléndido casting: todos los personajes y sus historias privadas son increíbles, y uno tiene la sensación de que ésos y no otros tienen que ser los actores, de que no puede haber otros actores más que ésos para interpretar los papeles que interpretan.
En definitiva, Full Monty es una genial película que bien merece un puesto en la Historia del Cine. Qué mejor manera de acercarnos las vivencias de esas personas a las que el capitalismo dejó en pelotas, literalmente.