jueves, 29 de septiembre de 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA, Terrence Malick (2011) [5,7/10]

Una vez más, el jurado del Festival de Cannes se ha vuelto a lucir. Si el año pasado otorgaban la Palma de Oro al tostonazo de Apichatpong Weerasethakul, este 2011 se la han dado a El árbol de la vida, del aclamadísimo director Terrence Malick.


Al igual que aquella gafapastada tailandesa, esta película también habla, como su propio nombre indica, de la vida, de la conexión espiritual que existe entre las distintas partículas y moléculas que conforman el universo, de la creación, desarrollo y desaparición de la materia viva, entre la que estamos nosotros, los humanos, tan importantes para nosotros mismos pero tan insignificantes para la inmensidad del espacio y el tiempo.

El árbol de la vida es una película arriesgadamente pretenciosa, muy poética, quizá demasiado, con unos hermosos planos tan aberrantes como innecesarios que, gracias en gran parte al tratamiento del sonido, crean una atmósfera muy similar a la que consigue David Lynch en sus películas. A mí la película no me ha gustado, pero Terrence Malick demuestra en ella que es un muy buen director. La forma de abordar la temática principal y las preguntas que se plantean a lo largo del filme parecen indicar que El árbol de la vida es la película que hubiese hecho Bergman si siguiese vivo. La diferencia es que el maestro sueco hubiera hecho algo más…normal.


Mediante un hipnótico tono onírico en el que se abusa de los grandes angulares, Malick recrea magistralmente esos vagos recuerdos que, no sabemos muy bien por qué, conservamos de nuestra infancia, esos momentos que permanecen imborrables en nuestra memoria.


La interpretación de Brad Pitt es correcta, pero no puedo dejar de verle como un mero reclamo para las masas sedientas de guaperas en la pantalla, más que como alguien verdaderamente adecuado para el papel.


Es cierto, la película no se hace aburrida, pero sí es preciso apuntar que se trata de una gafapastada de manual, cercana al cine experimental y en la que, al igual que ocurre con otras muchas películas, cobra más importancia el sentir que el ver y entender. Es decir, que si puedes verla habiendo consumido algún tipo de droga que te estimule los sentidos, tanto mejor, porque de lo contrario te quedarás, al igual que la mitad de la sala del cine al que fui a verla, con cara de haba.


Con El árbol de la vida, Terrence Malick ha hecho su particular 2001: Una odisea en el espacio, cine para culturetas y amantes del cine como arte, pero donde estén Indiana Jones y las películas del oeste, que se quiten todas las demás gilipolleces.

domingo, 25 de septiembre de 2011

SER O NO SER, Ernst Lubitsch (1942) [9,1/10]

Hablar de esta película ya es hablar de cosas mayores, y es que siempre se hace difícil hablar de algo que es prácticamente perfecto. Ser o no ser, dirigida por Ernst Lubitsch y producida por Alexander Korda, es una película sencillamente genial, brillante, buenísima.
A Edwin Justus Mayer se debe el guión de esta joya del séptimo arte que apostó por la risa y la carcajada ante la que es, con toda seguridad, la mayor tragedia que ha asolado Europa en el siglo XX. En Ser o no ser, Lubitsch hizo del nazismo una tragicomedia a través de la entrañable compañía de teatro que la protagoniza, la cual se las debió ingeniar para escapar de una Polonia ocupada por los nazis.
El guión es todo un ejemplo a seguir en cada uno de sus aspectos. Por momentos desternillante, pero también causante de emoción, perfectamente hilado y, en ocasiones, elegantísimamente sutil. Es uno de esos guiones que se van revalorizando más y más a medida que la película avanza, magistralmente estructurado y sin dejar ningún cabo suelto.
Ser o no ser, de Ernst Lubitsch, es una película preciosa y una garantía de carcajada, aunque por desgracia y por motivos evidentes, dicha carcajada está tristemente ensombrecida por un halo de amargura.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

INSIDE JOB, Charles Ferguson (2010) [7,3/10]

En la pasada gala de los Óscar, la película que ganó el premio al mejor documental fue Inside Job, dirigida y escrita por Charles Ferguson y narrada por el actor Matt Damon.
El documental se adentra en las causas de la crisis económica y financiera que aún a día de hoy venimos padeciendo, para acabar por señalar con el dedo a sus culpables y tratar de arrojar algo de luz ante una población mundial que parece adormecida, cuando lo que quizá le ocurra es que está, sencillamente, desinformada.


El estilo, lamentablemente, no es todo lo divulgativo que a mí me hubiera gustado, siendo en ocasiones difícil de seguir por todos aquellos que, como un servidor, no tienen ni pajolera idea de macroeconomía. Pero no creo que importe porque, pienso, no se pretende convertir al espectador en alguien que comprende al dedillo lo que ha ocurrido, sino que, todo aquél que vea Inside Job, salga con una idea general: se podría decir que la crisis encontró su pistoletazo de salida a partir de las políticas desreguladoras en el sector financiero impulsadas por el gobierno de Ronald Reagan, y que, desoyendo todo tipo de advertencias, la burbuja ha ido haciéndose más y más grande hasta haber explotado hace unos años, siendo que los responsables de semejante catástrofe no sólo no han sido procesados, sino que siguen a los mandos de todo el tinglado bajo la administración del hombre que parecía ser el salvador de la humanidad, Barack Obama, icono progre y aparente prometedor del cambio. Así las cosas, el gobierno de la mayor potencia mundial resulta estar en manos de una pandilla de puteros y cocainómanos sin ningún tipo de escrúpulo, y lo más grave, lo que más me ha sobrecogido viendo este documental de Ferguson, es que esa doctrina ultraliberal es la que se imparte en las más prestigiosas facultades de Economía como paradigma y modelo a seguir. Escalofriante.


Aunque, como ya decimos, puede ser un poco liosa al principio y el espectador puede verse abrumado ante tal catarata de nombres (algunos de ellos técnicos), siglas e información, la película cuenta con un planteamiento, nudo y desenlace, llevando un buen ritmo y, en ocasiones, permitiendo respirar al espectador con pequeños toques cómicos protagonizados por la torpeza de algunos de los asesores financieros entrevistados por Ferguson que quedan en evidencia ante la cámara. Ni que decir tiene que, muchos de los nombres que Ferguson apunta como directamente culpables de la crisis, ni siquiera se atrevieron a ser entrevistados, lo cual no deja de ser una pena, aunque también algo muy lógico.


Con Inside Job, el director apela al público para que se movilice y haga algo para pararle los pies a esta pandilla de terroristas financieros que se han adueñado del porvenir de millones de personas.


sábado, 17 de septiembre de 2011

OCTUBRE, Sergéi M. Eisenstein (1928) [7,8/10]

Con motivo del décimo aniversario de la gloriosa revolución socialista que el proletariado de Rusia llevó a cabo en octubre de 1917, Sergéi M. Eisenstein, autor de la emblemática El acorazado Potemkin, dirigió Octubre, un filme que, rozando el género documental, muestra una acertada cronología de los hechos a partir de la Revolución de Febrero que derrocó al Zar para colocar un gobierno provisional dirigido por Kerenski.


En la película aparecen algunos de los bolcheviques más importantes de aquella revolución, como son Lenin, Trotski o Stalin, y en ella el director muestra imágenes tan estremecedoras como emocionantes.


Con el característico montaje que ha hecho del cine soviético en general, y el de Eisenstein en particular, una fructífera fuente de estudio, en Octubre se dirigen y manipulan con excelente facilidad las emociones del espectador para situarlas del lado de los revolucionarios bolcheviques. La alternancia de planos para generar una tercera idea (algo que se conoció como el “montaje de las atracciones”) logra el efecto que se propone, a pesar de que, evidentemente, la mirada del espectador de hoy está muy evolucionada con respecto a la del espectador de finales de los años veinte, y la propaganda ya no es tan efectiva. También es cierto que el espectador se ha ido haciendo más desconfiado con el tiempo, pero sea como sea, nada impide disfrutar de esta obra maestra de uno de los directores más importantes de la Historia del Cine.

martes, 13 de septiembre de 2011

LA FORTALEZA ESCONDIDA, Akira Kurosawa (1958) [7,3/10]

Es de sobra conocido que esta película de Kurosawa sirvió de inspiración a George Lucas para realizar la mitiquísima saga de Star Wars. Pero yo diría que incluso pudo influir en otras muchas películas del género de aventuras de la época, como por ejemplo las de Indiana Jones.


La fortaleza escondida tiene un ritmo ascendente, te va atrapando poco a poco, haciéndose con el tiempo más y más entretenida gracias, en parte, a los graciosos gags visuales de los que hace gala.


Además, la música de Masaru Sato acompaña la acción magistralmente, lo cual, sumado a la brillante puesta en escena del director japonés, constituye una deliciosa película muy agradable de ver.


En La fortaleza escondida, Kurosawa nos habla de la codicia entre los hombres y sus consecuencias: pequeñas peleas entre hermanos y grandes guerras entre pueblos, y con un final prácticamente igual que el de Rahomon (el no haber visto más películas del director me impide señalar si esto es una constante en su cine), la película resulta ser una especie de cuento moral de necesario visionado.


viernes, 9 de septiembre de 2011

LA PIEL QUE HABITO, Pedro Almodóvar (2011) [7,2/10]


Uno de los acontecimientos más sonados que suceden en la vida de todo español tiene lugar cuando Pedro Almodóvar se dispone a estrenar su última obra maestra. O bien la esperas con los brazos abiertos o bien te pones a despotricar contra el director manchego y su cine posmoderno, pero los prejuicios se pegan a ti y no te sueltan hasta que terminas de ver la película, y entonces ya te puedes formar una opinión. Respecto a La piel que habito, yo me la esperaba peor de lo que luego me he encontrado en la sala de cine.

Basada en una novela de Thierry Jonquet, la película cuenta con una curiosa estructuración del guión. Hay momentos en los que uno tiene la sensación de estar viendo una película distinta a la que han empezado a contarle en un principio, y acaba por hacerse un pelín larga.

El melodramatismo tan característico de Almodóvar volverá a ahuyentar a los habituales detractores del director, y hará que los actores suenen demasiado falsos, siendo que ninguno de ellos destaca en absoluto.

Llevando el síndrome de Estocolmo a su máxima expresión, La piel que habito habla de la venganza, del rencor y de la relación existente entre ambos, salpicando la escalofriante trama con esos temas tan habituales en el cine de Almodóvar que ya hace tiempo se convirtieron en su seña de identidad: las mujeres, lo erótico y lo homosexual.

Hay momentos en los que creo que me debería reír ¿o quizá no? No lo sé, pero el caso es que no lo hago, no tiene la más mínima gracia aquello que estoy viendo, pero no porque me parezca emotivo, profundo o serio, sino porque no me genera ni pizca de empatía, sólo indiferencia.

Lamentándolo mucho, la música de Alberto Iglesias llega a molestarme, aunque la fotografía y la puesta en escena hacen que disfrute de la película después de todo. Una película aceptable que el director sabe salvar en su última escena, demostrando que, podrá gustar más o menos, pero no cabe duda de que es un buen director y uno de los más importantes de este país.


lunes, 5 de septiembre de 2011

SUPER 8, J. J. Abrams (2011) [7,6/10]

Tras haber logrado que gran parte de los espectadores de todo el mundo acaben echando espuma por la boca después de haber visto el final de Perdidos, J. J. Abrams vuelve al cine apadrinado por Spielberg con Super 8, una bonita película en la que ambos han decidido hacerse un homenaje a sí mismos.

Es imposible no ver la semilla del director de E.T., el extraterrestre y Encuentros en la tercera fase en esta película de J. J. Abrams: en su atmósfera, en sus luces, en sus personajes, en su ambientación, en su pulso. Abrams se postula con toda su fuerza como uno de los candidatos a ocupar ese puesto de realizador de películas palomiteras y de simple divertimento, pero buenas hasta la médula.

Super 8 se parece en cierto sentido a aquel otro experimento cinematográfico dirigido por su amigo Matt Reeves y en el que J. J. Abrams también estuvo involucrado, Monstruoso. De nuevo, el caos irrumpe en la tranquilidad y cotidianeidad de una población para tocar las pelotas y regalarnos dos horas de entretenimiento puro y duro.

En el caso de Super 8 la historia se centra en un grupo de chavales con madera de cineastas (evidente referencia autobiográfica tanto de Spielberg como de Abrams) que, una noche de verano, presencian un accidente de tren, desencadenándose toda una suerte de peligros a lo largo y ancho del pueblo en el que viven.

Aparte de la aparentemente superficial trama principal, es sumamente precioso y emotivo el tratamiento que el director realiza de las relaciones paternofiliales, a lo cual ha ayudado tanto la interpretación de los actores (ninguno chirría, todos están a la altura) como la solidez de los personajes (obra del propio Abrams, cuyo guión mantiene el ritmo a lo largo de todo el metraje y no se hace aburrido ni un solo momento).

Super 8 es una entretenidísima película que uno disfruta muchísimo al verla, queriendo volver a esa etapa de pre-adolescencia en la que fumabas cigarrillos a escondidas y las chicas de clase, de repente, te atraían.

jueves, 1 de septiembre de 2011

BIG FISH, Tim Burton (2003) [9,2/10]


Uno de los aspectos que más valoro en un director de cine es que, con sólo ver un fotograma de alguna de sus películas, reconozca su autoría. Esto pasa, por ejemplo, con Bergman, aunque directores más actuales como Tarantino también se han creado su universo propio y se han hecho dueños de un estilo que es inconfundiblemente suyo y solo suyo. Otro de esos directores con universo propio, el cual puede gustar más o menos pero es único, es Tim Burton, caracterizado por una triste tendencia hacia lo oscuro y tétrico claramente influenciada por el Expresionismo Alemán. A mí, personalmente, el universo que me propone Burton no termina de engancharme, pero el otro día ví por primera vez Big Fish y casi tuve que contener alguna lagrimilla.

Supongo que no estaré diciendo ninguna locura si digo que es la mejor película que ha hecho Tim Burton en su vida, porque Big Fish me ha conmovido sobremanera. La historia nos sitúa ante un hombre (Albert Finney) al borde de su muerte y el hartazgo que siente su hijo (Billy Crudup) a causa de la puñetera manía de su padre de estar continuamente contando historietas y su aparente incapacidad para distinguir la realidad de la ficción.

Así, Tim Burton nos propone una preciosa película acerca del arte de contar historias y de la importancia que éstas tienen en nuestras vidas, del hambre de ficción que padece el ser humano y de la inmortalidad que adquiere aquello de lo que siempre se está hablando. Con un guión de John August basado en una novela de Daniel Wallace, Tim Burton rompe una lanza en favor de la fantasía como instrumento para hacer de nuestra vida algo bello y digno de ser vivido.

La realización de Big Fish es fácil, apta para todos los públicos y, como señalábamos más arriba, con una atmósfera firmada por Burton en la que cabría destacar la genial separación que Philippe Rousselot, el director de fotografía, consigue entre el mundo real y las historietas a modo de flashbacks que cuenta el personaje interpretado por Albert Finney, las cuales se acercan a lo onírico.

Pero lo más bonito de Big Fish es su frescura y la alegría que transmite. Big Fish da la sensación de haber sido realizada en total libertad, haciendo el director lo que verdaderamente quería hacer y diciendo exactamente lo que quería decir.