Richard Wanley (Edward G. Robinson) es un prestigioso profesor de psicología que queda maravillado por una pintura expuesta en un escaparate próximo a su residencia. En dicha pintura aparece una hermosa mujer (Joan Bennett), y una noche, contemplando Richard semejante belleza, es sorprendido por la modelo que posó para la pintura, la mujer en persona. Salen juntos a tomar unas copas, y acaban en casa de ella. A pesar de que no han hecho nada, Frank Howard (Arthur Loft), un amante de la mujer, entra en el apartamento, sorprendiéndoles, y con la intención de matar al profesor Wanley, quien se defiende de éste clavándole unas tijeras que acaban con su vida. Richard y la misteriosa mujer están metidos en un buen lío, y deberán deshacerse del cadáver como sea. Para complicar aún más la cosa, hay un testigo del crimen (Dan Duryea), quien no dudará en chantajear a la pareja para sacarse un dinerillo.
Basada en la novela de J. H. Wallis Once Off Guard, La mujer del cuadro es un clásico del cine negro dirigida por Fritz Lang, que evidentemente cuenta con ciertas pinceladas expresionistas. La trama recuerda a la de La muchacha de Londres en el sentido de que, para que se salven “los buenos”, “los malos” han de ser acusados en falso, lo que es tanto como decir que los malos se salen con la suya.
Con un Edward G. Robinson más que correcto aunque un poco viejo para su papel, la película no aburre en ningún momento, y destacan en ella unos potentísimos diálogos realmente actuales y avanzados a su época. Además, es destacable la fotografía de Milton Krasner, la cual nos sumerge en una atmósfera onírica y criminal en la que apenas vemos pequeños retazos de luz esperanzadora. No obstante, de señalar algún fallo, creo que la torpeza de Rick está bastante exagerada y sobreactuada. Me refiero a cuando él mismo se pone en evidencia dando pistas que dejan entrever que él es el verdadero asesino. Señor Rick, ya son las 10:30.
Basada en la novela de J. H. Wallis Once Off Guard, La mujer del cuadro es un clásico del cine negro dirigida por Fritz Lang, que evidentemente cuenta con ciertas pinceladas expresionistas. La trama recuerda a la de La muchacha de Londres en el sentido de que, para que se salven “los buenos”, “los malos” han de ser acusados en falso, lo que es tanto como decir que los malos se salen con la suya.
Con un Edward G. Robinson más que correcto aunque un poco viejo para su papel, la película no aburre en ningún momento, y destacan en ella unos potentísimos diálogos realmente actuales y avanzados a su época. Además, es destacable la fotografía de Milton Krasner, la cual nos sumerge en una atmósfera onírica y criminal en la que apenas vemos pequeños retazos de luz esperanzadora. No obstante, de señalar algún fallo, creo que la torpeza de Rick está bastante exagerada y sobreactuada. Me refiero a cuando él mismo se pone en evidencia dando pistas que dejan entrever que él es el verdadero asesino. Señor Rick, ya son las 10:30.
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