Existen películas que, debido a la historia que cuentan, ponen los sentimientos a flor de piel, y es en ellas donde la labor de un buen actor se hace más necesaria, dado que de la interpretación de los actores dependerá que la película sea un ridículo melodrama sentimentaloide o una potente historia que golpea donde más nos duele. El caso de La habitación del hijo, de Nanni Moretti, con un reparto encabezado por él mismo que cumple sus funciones con creces, es el segundo.
El italiano, cuya película se llevó la Palma de Oro en Cannes 2001, nos cuenta la historia de una alegre y típica familia italiana de clase media acomodada que un buen día se ve sacudida por una terrible desgracia. Ya nada volverá a ser igual para cada uno de los miembros de la familia, pero la vida sigue.
Moretti sabe que está tratando un tema difícil, duro, que viola las leyes de la biología, y que precisamente por eso quizá uno nunca llega a recuperarse de ello. Pero hay que tirar hacia adelante, venga lo que venga. Sabe qué planos enseñar, qué secuencias mostrar y, sobre todo, cómo mostrarlas, de ahí que podamos padecer junto con los personajes y hablar de una buena película, hecha con sentimiento y ceyendo en ella.
A partir de La habitación del hijo, puede establecerse cierto paralelismo (salvando siempre las distancias) con los habituales temas tratados por Michael Haneke: en una familia de clase media con una vida holgada se introduce un elemento que la desestabiliza por completo. La familia ha sabido sacarse adelante a sí misma desde siempre, al menos en lo económico, pero cuando se trata de bucear más profundo para solucionar un problema mucho menos superficial se pierden, no saben qué hacer, y comienza el derrumbe. En este sentido cobra una fuerza sobrecogedora la incapacidad que Giovanni, el padre interpretado por el propio Moretti, padece a la hora de realizar su trabajo. Es un psicoanalista que ha venido sabiendo ganarse el pan a base de solucionar/aguantar los problemas de los demás, pero cuando se trata de solucionar el suyo propio pierde el norte. El tormento por un profundo sentimiento de culpa, surgido a raíz de estudiar qué podría haber hecho para evitar la horrible calamidad que les ha venido a pisotear a él y a su familia, le impide actuar con claridad, y actúa más movido por emociones que por razones.
La preciosa música de Nicola Piovani pone la guinda para que La habitación del hijo sea una preciosa y conmovedora obra que sitúa a Nanni Moretti como uno de los grandes del cine italiano actual.
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