En 1957 el director japonés Akira Kurosawa lleva a la gran pantalla Macbeth, de William Shakespeare. A decir verdad, no he tenido el placer de disfrutar de la obra del dramaturgo inglés, por lo que mi apreciación de Trono de sangre no ha sido todo lo completa que a mí me gustaría. No obstante, he de decir que, gracias al buen hacer de Kurosawa, la película se puede disfrutar igualmente y las dos horas en absoluto son en vano.
Con Trono de sangre Kurosawa traslada Macbeth al Japón del siglo XVI, donde Miki (Minoru Chiaki) y Washizu (Toshiro Mifune), en medio de las guerras civiles que en la época se venían dando, se introducen en el Bosque de las Telarañas. Allí encuentran a una bruja que les predice su futuro: Washizu acabará por hacerse con el control del castillo, y tras él deberá hacerlo el hijo de Miki.
En los círculos de estudios audiovisuales siempre se ha dicho que Shakespeare es el mejor guionista de toda la Historia de la narrativa, dado que los temas que trata (la venganza, los celos, el amor) son tan humanos y tan universales que pueden generar historias que emocionen a sociedades completamente diferentes, desde la Inglaterra de principios del XVII hasta el Japón de mediados de los cincuenta.
La obra nos muestra lo que hace el Poder con aquellos que lo detentan, pudiendo llegar éstos a enloquecer y hacer lo impensable con tal de mantenerlo. Y cuando uno quiere arrepentirse ya es tarde, y las manchas de sangre en las manos se quedarán ahí de por vida. Pero, tras ver el filme de Kurosawa, estaremos obligados a decir, mal que nos pese, que lo peor de todo es que la historia se repite, una y otra vez, y que nos seguiremos enfrentando a estos problemas de Poder eternamente.
La realización de la película por parte del director es correcta, en más de una ocasión con escenas que quitan el hipo, aunque sí es cierto que algunos planos son más largos de lo que debieran, pudiendo cansar al espectador ligeramente.
Toshiro Mifune, actor fetiche de Kurosawa a quien ya vimos en Rashomon, está a la altura de su impulsivo personaje, como en general todo el reparto, y junto con el resto de elementos de la película (fotografía, vestuario) compone una bella historia atemporal, susceptible de ser disfrutada no importa dónde, no importa cuándo.
Con Trono de sangre Kurosawa traslada Macbeth al Japón del siglo XVI, donde Miki (Minoru Chiaki) y Washizu (Toshiro Mifune), en medio de las guerras civiles que en la época se venían dando, se introducen en el Bosque de las Telarañas. Allí encuentran a una bruja que les predice su futuro: Washizu acabará por hacerse con el control del castillo, y tras él deberá hacerlo el hijo de Miki.
En los círculos de estudios audiovisuales siempre se ha dicho que Shakespeare es el mejor guionista de toda la Historia de la narrativa, dado que los temas que trata (la venganza, los celos, el amor) son tan humanos y tan universales que pueden generar historias que emocionen a sociedades completamente diferentes, desde la Inglaterra de principios del XVII hasta el Japón de mediados de los cincuenta.
La obra nos muestra lo que hace el Poder con aquellos que lo detentan, pudiendo llegar éstos a enloquecer y hacer lo impensable con tal de mantenerlo. Y cuando uno quiere arrepentirse ya es tarde, y las manchas de sangre en las manos se quedarán ahí de por vida. Pero, tras ver el filme de Kurosawa, estaremos obligados a decir, mal que nos pese, que lo peor de todo es que la historia se repite, una y otra vez, y que nos seguiremos enfrentando a estos problemas de Poder eternamente.
La realización de la película por parte del director es correcta, en más de una ocasión con escenas que quitan el hipo, aunque sí es cierto que algunos planos son más largos de lo que debieran, pudiendo cansar al espectador ligeramente.
Toshiro Mifune, actor fetiche de Kurosawa a quien ya vimos en Rashomon, está a la altura de su impulsivo personaje, como en general todo el reparto, y junto con el resto de elementos de la película (fotografía, vestuario) compone una bella historia atemporal, susceptible de ser disfrutada no importa dónde, no importa cuándo.
PD: ¡Huele a palomitas cumple un año! :D. Muchas gracias a todos aquellos que se han molestado en pasarse por este blog y me han dejado su comentario. Espero poder seguir muchos más años comentando buenas (y no tan buenas) películas que vaya viendo.
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