
Pasión es la primera película en color del director sueco Ingmar Bergman. En ella vuelven a repetirse los argumentos existencialistas tan comunes en el autor: existencia de Dios, sentido de la vida del ser humano, etc. Después de ver Pasión uno se da cuenta de que da igual que ajusticiemos al que ha cometido un crimen o ha hecho el mal, porque éste es algo exterior al ser humano, algo independiente de él. Podremos acabar con alguien que ha hecho algo malo, pero saldrá otro que haga algo peor, y después otro, y otro, por lo que cabe preguntarse qué sentido tiene nuestra existencia en un mundo en el que abunda el mal. Parece que únicamente podemos encontrar consuelo y desarrollarnos como persones mediante la vida de ermitaño, como Andreas, porque sólo así, alejados de toda civilización y, por lo tanto, de todo mal, seremos libres.
Llaman la atención esos cortes repentinos en la que los propios actores hablan de sus personajes conforme van avanzando en la historia, algo muy vanguardista, seguramente influenciado por los acontecimientos que se estaban sucediendo por Europa en ese momento.
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