Basada en la novela homónima de Máximo Gorki, la película de Pudovkin hace un precioso retrato de los acontecimientos que sacudieron Rusia en 1905, cargados de manifestaciones e inmersos en los ideales revolucionarios que empezaban a calar en las conciencias de los obreros, haciéndose cada vez más patente la lucha de clases entre opresores y oprimidos.
Destaca en La Madre esa escena de juicio en el que las condenas están decididas de antemano, donde vemos a los magistrados dibujando en sus cuadernos de notas y mirando el reloj para irse cuanto antes, sin importarles lo más mínimo la inocencia o culpabilidad de los acusados. También llaman la atención esos fundidos entre distintos edificios, y en general la genialidad con la que el montaje está articulado, tal y como cabría esperar de cualquier autor soviético. Fíjese si no en esa inserción de planos detalles tan avanzada para ser 1926 el año de producción.
No obstante, estando ya el espectador más evolucionado con el paso del tiempo, sí pueden detectarse en el filme unos cuantos saltos de eje y fallos de raccord de luz, pero que desde luego en ningún momento nos sacan de la diégesis.
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