Una de las sorpresas que trajo la primera década del nuevo siglo fue Pequeña Miss Sunshine, cuyo guión, obra del genial Michael Arndt (autor de Toy Story 3), bien mereció el Óscar al mejor guión original en 2006.
Dirigida por Jonathan Dayton y Valerie Faris, ambos realizadores procedentes de la televisión y debutantes en el celuloide con esta película, Pequeña Miss Sunshine habla a favor de la sencillez y en contra de la pomposidad, la artificialidad y el snobismo.
El argumento gira en torno al viaje que una peculiar familia realiza para que la niña de la casa pueda participar en un concurso de belleza infantil.
Uno de los aspectos más interesantes del guión de Arndt es la forma que tiene de jugar con los contrastes, lo que otorga a sus personajes una personalidad y una solidez que hacen funcionar a la película de manera absolutamente majestuosa. Que el padre, por ejemplo, sea un fracasado que pretende ganarse la vida con libros de autoayuda para alcanzar el éxito, o que el abuelo sea un drogadicto vivalavirgen que, sin embargo, sabe muy bien qué es lo mejor para su nieta; son sólo algunos de los elementos que hacen que Pequeña Miss Sunshine funcione con la precisión de un reloj suizo.
Con un interesante discurso elegantemente camuflado entre una trama aparentemente superficial, la película alberga momentos realmente divertidos y los alterna con otros más profundos, haciendo de Pequeña Miss Sunshine una película cuanto menos interesante y una de las apuestas más interesantes del cine independiente norteamericano que se recuerdan de los últimos años.
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