En 1974 Francis Ford Coppola volvió a hacer la mejor película de la Historia del Cine, la otra joya de la corona, la segunda parte de aquella obra maestra que sólo dos años antes había marcado un antes y un después en la Historia del Séptimo Arte, El Padrino.
En El Padrino II Coppola vuelve a basarse en la novela de Mario Puzo para contar, por un lado, la historia de Vito Corleone (Robert de Niro), sus orígenes y cómo fue ascendiendo poco a poco en la escala de la vida hasta convertirse en uno de los capos más influyentes de Norteamérica; y por otro, cómo su hijo Michael (Al Pacino) agarra el timón de la familia Corleone en un contexto en el que parece que el Imperio se viene abajo, y la familia empieza a peligrar. Las traiciones acechan, y cualquiera, aunque sea de dentro, puede venderse al mejor postor.
Es clara en esta segunda entrega la evolución que con respecto a la primera parte experimenta el personaje de Michael Corleone. Nos encontramos en El Padrino II con un Michael más maduro, más sólido y duro, quizá más terrorífico. Cada una de sus palabras corta el aire como un afiladísimo cuchillo, logrando Pacino generar una tensión que se mantiene incólume a lo largo de las más de tres horas que dura el filme.
Al igual que ya hiciera la primera parte, El Padrino II explica la sociedad en la que vivimos, explica cómo funciona el mundo de los negocios, cómo se asciende en la vida y quiénes lo hacen, cómo se relacionan las instituciones estatales con el crimen organizado y la importancia que tienen para el ser humano valores como la lealtad, la confianza, el honor o la venganza. En este sentido, la forma en la que Coppola retrata la relación entre don Vito Corleone y su hijo Michael sólo puede ser catalogada como una de las más tiernas y emocionantes de todos los tiempos, así como es destacable la importancia que adquiere la institución familiar en la trilogía entera de El Padrino.
Como apunte, y al hilo de lo que comentábamos de que El Padrino explica la sociedad, no puedo dejar de encontrar un tímido doble sentido en la escena de El Padrino II en la que, en el apartamento de Hyman Roth (Lee Strasberg) en La Habana, los diferentes jefes de las más grandes compañías norteamericanas se reparten una tarta en la que puede apreciarse un mapa de la isla de Cuba.
En El Padrino II Coppola vuelve a basarse en la novela de Mario Puzo para contar, por un lado, la historia de Vito Corleone (Robert de Niro), sus orígenes y cómo fue ascendiendo poco a poco en la escala de la vida hasta convertirse en uno de los capos más influyentes de Norteamérica; y por otro, cómo su hijo Michael (Al Pacino) agarra el timón de la familia Corleone en un contexto en el que parece que el Imperio se viene abajo, y la familia empieza a peligrar. Las traiciones acechan, y cualquiera, aunque sea de dentro, puede venderse al mejor postor.
Es clara en esta segunda entrega la evolución que con respecto a la primera parte experimenta el personaje de Michael Corleone. Nos encontramos en El Padrino II con un Michael más maduro, más sólido y duro, quizá más terrorífico. Cada una de sus palabras corta el aire como un afiladísimo cuchillo, logrando Pacino generar una tensión que se mantiene incólume a lo largo de las más de tres horas que dura el filme.
Al igual que ya hiciera la primera parte, El Padrino II explica la sociedad en la que vivimos, explica cómo funciona el mundo de los negocios, cómo se asciende en la vida y quiénes lo hacen, cómo se relacionan las instituciones estatales con el crimen organizado y la importancia que tienen para el ser humano valores como la lealtad, la confianza, el honor o la venganza. En este sentido, la forma en la que Coppola retrata la relación entre don Vito Corleone y su hijo Michael sólo puede ser catalogada como una de las más tiernas y emocionantes de todos los tiempos, así como es destacable la importancia que adquiere la institución familiar en la trilogía entera de El Padrino.
Como apunte, y al hilo de lo que comentábamos de que El Padrino explica la sociedad, no puedo dejar de encontrar un tímido doble sentido en la escena de El Padrino II en la que, en el apartamento de Hyman Roth (Lee Strasberg) en La Habana, los diferentes jefes de las más grandes compañías norteamericanas se reparten una tarta en la que puede apreciarse un mapa de la isla de Cuba.
Hace cosa de un año y medio vi las dos primeras partes seguidas en la Filmoteca. La primera siempre había sido mi favorita, pero aquella tarde me rendí a la evidencia "El padrino II" sobrepasaba y toreaba en todo a la primera parte, era una exhibición de poderío insuperable...
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