Psicosis, de Alfred Hitchcock, es una de las mejores películas de terror de todos los tiempos, en la cual el autor desarrolla el complejo de Edipo hasta el último extremo, dando lugar a una obra maestra que aún a día de hoy sigue helando la sangre de todo aquel que decide darse un homenaje y echarle un vistazo.
Psicosis nos presenta a Marion (Janet Leigh), una atractiva empleada de banca de Phoenix, Arizona, que un buen día decide huir con 40.000 $ que no son suyos en su bolso. Conduciendo por la carretera, llegará al motel regentado por Norman Bates (Anthony Perkins) y su misteriosa madre, donde todo parece estar teñido por un halo de misterio y horror, los cuales no serán en absoluto ajenos a la joven Marion.
Psicosis encierra abundante contenido psicológico en sus casi dos horas de metraje, el caldo de cultivo idóneo para poder jugar con el espectador y mantenerle encadenado a la pantalla, prohibiéndole quitar la vista un solo instante y obligándole a ver una historia cruda y árida, plagada de atmósfera y digna de reconocimiento.
La música de Bernard Herrmann se clava en nuestros oídos como si de un afiladísimo puñal se tratase, especialmente en la ya famosa escena de la ducha, pero también a lo largo de todo el filme, aumentando de forma considerable el pavor y la sensación de pánico presente en cada una de las escenas de Psicosis, una genial e imprescindible película, cumbre del cine de terror y de la filmografía de su director.
Psicosis nos presenta a Marion (Janet Leigh), una atractiva empleada de banca de Phoenix, Arizona, que un buen día decide huir con 40.000 $ que no son suyos en su bolso. Conduciendo por la carretera, llegará al motel regentado por Norman Bates (Anthony Perkins) y su misteriosa madre, donde todo parece estar teñido por un halo de misterio y horror, los cuales no serán en absoluto ajenos a la joven Marion.
Psicosis encierra abundante contenido psicológico en sus casi dos horas de metraje, el caldo de cultivo idóneo para poder jugar con el espectador y mantenerle encadenado a la pantalla, prohibiéndole quitar la vista un solo instante y obligándole a ver una historia cruda y árida, plagada de atmósfera y digna de reconocimiento.
La música de Bernard Herrmann se clava en nuestros oídos como si de un afiladísimo puñal se tratase, especialmente en la ya famosa escena de la ducha, pero también a lo largo de todo el filme, aumentando de forma considerable el pavor y la sensación de pánico presente en cada una de las escenas de Psicosis, una genial e imprescindible película, cumbre del cine de terror y de la filmografía de su director.
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