Un conocido diputado de izquierdas llega a la ciudad con ocasión de una conferencia-mitin, en una sociedad gobernada por la extrema derecha tanto en el ámbito político como en el social. Los provocadores fascistas del Gobierno no dudan en acudir a reventar el acto, que se salda con la muerte del orador, y cuya investigación no dejarán de entorpecer mediante amenazas, manipulación de pruebas y demás artimañas para que la verdad no salga a la luz y se identifique al asesino.
Este es el argumento que presenta Z, basada en la novela homónima de Vassilis Vassilikos, y una de las películas más conocidas del director franco-griego Constantin Costa-Gavras, maestro del cine político y conocido por su simpatía hacia las izquierdas.
Z es una película antifascista que, en este sentido, puede recordarnos a esas otras obras también antifascistas que conformaron el neorrealismo italiano, especialmente las de Rossellini. Es una película contra la autoridad y el abuso de poder en la sociedad occidental capitalista, que presume de representar el paradigma de mundo libre y que no duda en atacar a toda tendencia opositora con capacidad para hablarle de tú, en un claro ejemplo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. La película no parece denunciar ningún Gobierno en concreto, sino todos a la vez. No se dan nombres, sólo cargos; y no se habla de lugares específicos, sino de "ciudad" o "país". Pero los autores ya se encargan de que desde el principio del filme quede claro que cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia. Sólo con esta advertencia inicial uno ya coge con gusto la película, un poco confusa al principio, pero que se va aclarando y va subiendo de intensidad cada vez más hasta alcanzar un clímax final en el que el espectador se alegra de haber invertido dos horas de su tiempo en visionar semejante joya.
Siendo de los primeros filmes del director, la realización es mejorable en cuanto a técnica (en alguna ocasión se ve el micro, algunos planos no son todo lo estéticos que a uno le gustaría), pero en tanto que forma de contar la historia no puede ser mejor, con elegantes flashbacks, contando con imágenes cada versión de los interrogados. Ese tipo de cosas hicieron que Z bien mereciera el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1969, y también el de montaje.
Con una estética que recuerda vagamente al spaguetti western en cuanto a la música (de Mikis Theodorakis) y a la apariencia de los personajes (uno tiene la sensación de que de un momento a otro va a aparecer el feo de Eli Wallach haciendo de las suyas), Z presenta un reparto de lujo en el que destacan Yves Montand y Jean-Louis Trintignant, a quienes ya habíamos visto en las películas comentadas en este blog El salario del miedo y Un hombre y una mujer.
Una genial película de un más que respetado director con la que en ocasiones uno se ríe, debido al peculiar sentido del humor que por momentos el filme destila, pero que en verdad no tiene ni pizca de gracia.
Este es el argumento que presenta Z, basada en la novela homónima de Vassilis Vassilikos, y una de las películas más conocidas del director franco-griego Constantin Costa-Gavras, maestro del cine político y conocido por su simpatía hacia las izquierdas.
Z es una película antifascista que, en este sentido, puede recordarnos a esas otras obras también antifascistas que conformaron el neorrealismo italiano, especialmente las de Rossellini. Es una película contra la autoridad y el abuso de poder en la sociedad occidental capitalista, que presume de representar el paradigma de mundo libre y que no duda en atacar a toda tendencia opositora con capacidad para hablarle de tú, en un claro ejemplo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. La película no parece denunciar ningún Gobierno en concreto, sino todos a la vez. No se dan nombres, sólo cargos; y no se habla de lugares específicos, sino de "ciudad" o "país". Pero los autores ya se encargan de que desde el principio del filme quede claro que cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia. Sólo con esta advertencia inicial uno ya coge con gusto la película, un poco confusa al principio, pero que se va aclarando y va subiendo de intensidad cada vez más hasta alcanzar un clímax final en el que el espectador se alegra de haber invertido dos horas de su tiempo en visionar semejante joya.
Siendo de los primeros filmes del director, la realización es mejorable en cuanto a técnica (en alguna ocasión se ve el micro, algunos planos no son todo lo estéticos que a uno le gustaría), pero en tanto que forma de contar la historia no puede ser mejor, con elegantes flashbacks, contando con imágenes cada versión de los interrogados. Ese tipo de cosas hicieron que Z bien mereciera el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1969, y también el de montaje.
Con una estética que recuerda vagamente al spaguetti western en cuanto a la música (de Mikis Theodorakis) y a la apariencia de los personajes (uno tiene la sensación de que de un momento a otro va a aparecer el feo de Eli Wallach haciendo de las suyas), Z presenta un reparto de lujo en el que destacan Yves Montand y Jean-Louis Trintignant, a quienes ya habíamos visto en las películas comentadas en este blog El salario del miedo y Un hombre y una mujer.
Una genial película de un más que respetado director con la que en ocasiones uno se ríe, debido al peculiar sentido del humor que por momentos el filme destila, pero que en verdad no tiene ni pizca de gracia.
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