La segunda de la famosa trilogía de los colores de Kieslowski es Tres colores: Blanco, protagonizada por Zbigniew Zamachowski y Julie Delpy. Karol es un emigrado polaco que trabaja en Francia y a quien su mujer abandona por no ser lo suficientemente satisfactorio en la cama. Tras una serie de putadas que ella le hace, regresa a su Polonia natal para empezar una nueva vida y salir adelante.
Quizá porque ya había visto Azul y me podía hacer una idea de qué tipo de film iba a ver, Blanco me ha gustado más que la primera de la trilogía de los tres colores. Los personajes me han atraído más, la historia creo que era más interesante y, creo que el simbolismo era menor.
De nuevo Preisner vuelve a estar a la batuta con una preciosa partitura, y la interpretación de Zamachowski hace el resto para que el filme se deje ver. Y dijo “se deje ver” y no “sea un obra maestra” porque de nuevo la película no me dice nada más allá de lo que veo. Creo que no estoy hecho para esta trilogía. No obstante, la sorpresa de ver a Juliet Binoche entrar en el juicio y volver a presenciar la escena que ya habíamos visto en Azul desde otro punto de vista ha captado poderosamente mi atención, y ya tengo ganas de pillar la tercera para rematar la trilogía de los colores. Del mismo modo, volvemos a ver a una persona anciana pasándolas canutas para tirar un simple vidrio al contenedor correspondiente. Es decir, vistas las dos primeras, me doy cuenta de que cada una de las tres películas que conforman la trilogía seguramente adquiera sentido una vez se hayan visto las otras dos. Así pues, ya estoy tardando en ver la tercera.
Quizá porque ya había visto Azul y me podía hacer una idea de qué tipo de film iba a ver, Blanco me ha gustado más que la primera de la trilogía de los tres colores. Los personajes me han atraído más, la historia creo que era más interesante y, creo que el simbolismo era menor.
De nuevo Preisner vuelve a estar a la batuta con una preciosa partitura, y la interpretación de Zamachowski hace el resto para que el filme se deje ver. Y dijo “se deje ver” y no “sea un obra maestra” porque de nuevo la película no me dice nada más allá de lo que veo. Creo que no estoy hecho para esta trilogía. No obstante, la sorpresa de ver a Juliet Binoche entrar en el juicio y volver a presenciar la escena que ya habíamos visto en Azul desde otro punto de vista ha captado poderosamente mi atención, y ya tengo ganas de pillar la tercera para rematar la trilogía de los colores. Del mismo modo, volvemos a ver a una persona anciana pasándolas canutas para tirar un simple vidrio al contenedor correspondiente. Es decir, vistas las dos primeras, me doy cuenta de que cada una de las tres películas que conforman la trilogía seguramente adquiera sentido una vez se hayan visto las otras dos. Así pues, ya estoy tardando en ver la tercera.
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