lunes, 19 de julio de 2010

LOS PUENTES DE MADISON, Clint Eastwood (1995) [9/10]

Que Clint Eastwood es uno de los mejores directores de cine que quedan sobre la faz de la Tierra es algo que muy poca gente pone en duda. En 1995 ese rostro que muchos asociaban al western y a los personajes-tipo-duro sorprendía con una cinta conmovedora basada en la novela de Robert James Waller. Nos referimos a Los puentes de Madison.
Francesca (Meryl Streep) es un ama de casa madre de una familia del Iowa de los años 60’. Lleva una vida aburrida que apenas se reduce a realizar las tareas domésticas y cuidar a sus hijos, y se siente sola y no apreciada por los suyos. Su familia se ausenta durante unos días, y será entonces cuando llegue al pueblo Robert Kincaid (Clint Eastwood), fotógrafo de la National Geographic, que con su personalidad cautivadora acabará por enamorar a Francesca y juntos vivirán una apasionada aventura romántica.

Los puentes de Madison es un peliculón, una de las obras que más me han emocionado últimamente. Hay que decir que el 90% del filme es la interpretación de esos dos actorazos que son Clint Eastwood y Meryl Streep, que con otros actores más mediocres nos encontraríamos ante una película ñoña y seguramente coñazo, pero que gracias a la increíble interpretación de esos dos pesos pesados de la pantalla la película no decae, y que por eso tenemos a día de hoy esta joya llamada Los puentes de Madison.
La película no tiene acción, en verdad no pasa nada a lo largo de las más de dos horas de metraje. La acción está dentro de cada personaje, dentro de Francesca y Robert. La película muestra cuatro días en los que un ama de casa VIVE, vive realmente, disfruta de su vida. Es como si se tomase unas vacaciones, tras las cuales tiene que regresar al trabajo. Lo duro de esta historia es que esas vacaciones jamás volverán a presentarse, porque esas cosas sólo pasan una vez en la vida, y nunca más Francesca tendrá oportunidad de volver a VIVIR.
Pero ha sido feliz, y eso después de todo es lo que realmente cuenta. Hemos de hacer felices a los de nuestro alrededor, y hemos de hacerles felices ahora, no esperar. Hemos de vivir el momento, y actuar, antes de que sea demasiado tarde.

Entiendo que, cuando se trata de una adaptación, hay que respetar la novela original del autor, pero lo cierto es que, en esta película de Clint Eastwood, es una pena que ya sepamos desde un principio que ese amor vivido por Francesca y Robert no va a llegar a nada. Porque sí es verdad que esa escena final estaría dotada de una mayor fuerza si no supiésemos qué es lo que va a pasar. O quizá no. Quizá lo que hace que esa historia de amor sea tan emocionante y tan conmovedora sea precisamente que no tiene futuro, que les vemos felices, disfrutando, pero que sabemos que no van a llegar a nada. Y precisamente por eso, quizás, cuando vemos a Francesca hacer amagos para abrir la puerta del coche, aunque sepamos que no va a hacer nada y que su amor con Robert no va a llegar a nada, aún albergamos esperanzas de que abra la puerta y se largue, de que todo eso que hemos venido sabiendo hasta ese momento de la película es mentira, y que en verdad ella y Robert fueron felices. Pero no.


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