jueves, 22 de julio de 2010

LOS ASESINOS ESTÁN ENTRE NOSOTROS, Wolfgang Staudte (1946) [5/10]

Acabada la Segunda Guerra Mundial, y una vez Berlín ha capitulado, la ciudad trata de reconstruirse y volver a la normalidad. Susanne Wallner (Hildegard Knef) es una superviviente de un campo de concentración que regresa a Berlín para empezar de nuevo. Se encuentra con que en su casa habita el Doctor Hans Mertens (Ernst Wilhelm Borchert), aún no curado de las heridas psicológicas que le dejó la guerra, con quien, a base de compartir piso, vivirá una historia de amor.

Dirigida por Wolfgang Staudte, el principal interés de Los asesinos están entre nosotros reside en que se trata de la primera película producida por la DEFA (Deutsche Film-Aktiengesellschaft), el estudio cinematográfico de la ya desaparecida República Democrática Alemana.

Como no podía ser de otra forma en el cine de un país socialista, puede verse en la película la intención de los creadores de romper con el nazismo, algo que en otros países que también han padecido dictaduras, como es el caso de España, no podemos ni soñar. ¿O acaso alguien se imagina que el próximo taquillazo del cine español pueda ser una película en la que, al final, Fraga Iribarne es encarcelado por sus crímenes de Estado durante la dictadura?

Con influencia del Neorrealismo Italiano y con juegos de sombras traídos del Expresionismo Alemán, he de decir que Los asesinos están entre nosotros es una película que no está demasiado bien contada. El conflicto no termina de construirse bien, y en más de una ocasión tenemos la sensación de estar viendo una película en la que no está pasando nada.

La relación entre el Doctor y Susanne, lo siento pero no me la creo, y la justificación del principal tormento de él al final de la película me chirría bastante. La película empieza y acaba bien, pero entre medias tenemos un conjunto de imágenes que no sabemos muy bien qué es lo que nos quieren decir. Y al final ya descubrimos (¡ah!) que todo esto que hemos estado viendo viene por esto otro que ocurrió en el pasado. Lo siento, pero no me funciona.

En algunas ocasiones el montaje de la película es un pelín torpe, y uno no sabría decir si esa angulación de la cámara que inclina ligeramente la imagen está hecha adrede. Lo que sí llama la atención y es digno de reconocer son esos planos que muestran una Berlín en ruinas, destrozada, y cuyos planos recordaremos casi cincuenta años después cuando veamos El pianista, de Roman Polanski.


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