La película que hizo que el nombre de Michael Haneke empezase a hacerse conocido en el panorama cinematográfico fue El vídeo de Benny. Benny (Arno Frisch) es un chico de unos 14 años con bastante desatención parental que suple con un excelente equipo de vídeo. Una de las filmaciones que el joven ha realizado con su cámara consiste en ver cómo su padre (Ulrich Mühe) mata a un cerdo con una pistola especial. Benny siente curiosidad por ver cómo es eso de experimentar la realidad que únicamente ve a través del vídeo.
Como no podía ser de otra forma en Haneke, el tema de la violencia está presente de un modo muy particular, apuntando ya el director maneras de lo que sería una de sus marcas identificatorias. El director reflexiona en torno a la violencia y a la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos para con ella, especialmente los padres en relación con sus hijos. Cuando éstos, en lugar de ser adorables criaturas que no hacen más que regalarnos inocentes sonrisas, se convierten en monstruos que nos hacen vivir nuestras peores pesadillas ¿a quién hay que culpar? ¿Cómo debe uno reaccionar cuando su hijo es un asesino? Todos estos interrogantes se le irán planteando al espectador a lo largo de un filme que, ya desde su inicio con la escena de la “ejecución” del cerdo nos da una idea de lo que vamos a ver y de quién lo ha realizado.
Estando la cinta firmada por Michael Haneke, ya podemos encontrar en El vídeo de Benny esos planos fijos eternos. En concreto son frecuentes aquellos que tienen un televisor como protagonista, algo que de nuevo veremos en Funny Games, cosa que hasta cierto punto es normal, pues al fin y al cabo la película, uno de sus hilos conductores, son los vídeos que ve Benny en su habitación. O más que eso, la pasión cuasi-enfermiza que tiene el niño con las imágenes en movimiento.
Del mismo modo, ya están presentes esas atmósferas opresivas favorecidas por las imágenes de esos vídeos caseros, hasta el punto de que uno tiene, en más de una ocasión, la sensación de estar viento el adelanto de una película snuff.
En cuanto al ritmo, hay que decir que la película decae ligeramente cuando Benny se va de viaje a Egipto con su madre (Angela Winkler), llegando en ocasiones a hacerse pesada. De nuevo, ayudan a experimentar esa sensación de pesadez la casi constante presencia de los vídeos caseros del chaval y su cámara.
También se podría decir que el hecho de que la niña vaya a casa de otro niño desconocido así por las buenas es bastante inverosímil, pero no es menos cierto que, dentro de lo inverosímil que es el universo de Michael Haneke, lo que ocurre en la película es perfectamente válido y posible.
Por último, creo gracioso comentar el parecido que, en la escena en que Benny se rapa el pelo, el chico de la peli de Haneke tiene con el que en el 2000 será El bola de Achero Mañas. Si bien las fechorías de éste último no son en absoluto comparables a las de ese joven de mirada cansada que limpia la sangre como quien limpia un derramamiento de leche. Y viceversa.
Como no podía ser de otra forma en Haneke, el tema de la violencia está presente de un modo muy particular, apuntando ya el director maneras de lo que sería una de sus marcas identificatorias. El director reflexiona en torno a la violencia y a la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos para con ella, especialmente los padres en relación con sus hijos. Cuando éstos, en lugar de ser adorables criaturas que no hacen más que regalarnos inocentes sonrisas, se convierten en monstruos que nos hacen vivir nuestras peores pesadillas ¿a quién hay que culpar? ¿Cómo debe uno reaccionar cuando su hijo es un asesino? Todos estos interrogantes se le irán planteando al espectador a lo largo de un filme que, ya desde su inicio con la escena de la “ejecución” del cerdo nos da una idea de lo que vamos a ver y de quién lo ha realizado.
Estando la cinta firmada por Michael Haneke, ya podemos encontrar en El vídeo de Benny esos planos fijos eternos. En concreto son frecuentes aquellos que tienen un televisor como protagonista, algo que de nuevo veremos en Funny Games, cosa que hasta cierto punto es normal, pues al fin y al cabo la película, uno de sus hilos conductores, son los vídeos que ve Benny en su habitación. O más que eso, la pasión cuasi-enfermiza que tiene el niño con las imágenes en movimiento.
Del mismo modo, ya están presentes esas atmósferas opresivas favorecidas por las imágenes de esos vídeos caseros, hasta el punto de que uno tiene, en más de una ocasión, la sensación de estar viento el adelanto de una película snuff.
En cuanto al ritmo, hay que decir que la película decae ligeramente cuando Benny se va de viaje a Egipto con su madre (Angela Winkler), llegando en ocasiones a hacerse pesada. De nuevo, ayudan a experimentar esa sensación de pesadez la casi constante presencia de los vídeos caseros del chaval y su cámara.
También se podría decir que el hecho de que la niña vaya a casa de otro niño desconocido así por las buenas es bastante inverosímil, pero no es menos cierto que, dentro de lo inverosímil que es el universo de Michael Haneke, lo que ocurre en la película es perfectamente válido y posible.
Por último, creo gracioso comentar el parecido que, en la escena en que Benny se rapa el pelo, el chico de la peli de Haneke tiene con el que en el 2000 será El bola de Achero Mañas. Si bien las fechorías de éste último no son en absoluto comparables a las de ese joven de mirada cansada que limpia la sangre como quien limpia un derramamiento de leche. Y viceversa.
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