En 1971 Woody Allen dirigió su tercer largometraje: Bananas. Tenía entendido que esta película iba dirigida contra el comunismo, quiero decir, en exclusiva contra el comunismo, pero lo cierto es que lo que me he encontrado en el filme es una crítica al poder en general. O sea, los Estados Unidos también se llevan su parte cuando se hace mención al apoyo histórico de este país a los regímenes dictatoriales que se dieron el siglo pasado en América Latina.
La película me ha parecido aburrida, quizá porque me esperaba más de ella de todo lo bien que me habían hablado, y he encontrado los chistes sin gracia. Quizá se deba a la antigüedad del filme y ese humor está ya pasado de moda para mí, pero esto es poco probable, puesto que soy el primero que ha reído hasta la saciedad con Lubitsch y Wilder. De tan aburrida que me ha parecido, la película se me ha hecho hasta larga, siendo que no dura mucho más de 80 minutos.
Quizá necesite de un segundo visionado para meditarla mejor, pero creo que de esta obra se salvan muy poquitas cosas, el homenaje al Potemkin quizá sea una de ellas. Sí es cierto que la película tiene sus puntos buenos, pero en general es bastante mediocre.
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