Posiblemente junto con las de Hayao Miyazaki, Akira de Katsuhiro Ôtomo es una de las películas cumbre de la animación japonesa. Basada en el cómic del propio director, Akira nos sitúa en un espacio post-apocalíptico, en el año 2019, en una ciudad construida sobre las ruinas que la Tercera Guerra Mundial hizo de Tokyo. Neo-Tokyo es una ciudad impersonal y opresora a más no poder, y deprimente hasta la extenuación, ambas características definitorias del subgénero cyberpunk, donde la población vive inmersa en peligrosas convulsiones políticas que amenazan la seguridad de forma constante. Para contener la situación, el Gobierno de Neo-Tokyo trabaja por encontrar la fuerza con la que hacer frente al problema, la cual resulta encontrarse en el cuerpo del joven Tetsuo, miembro de la pandilla de Kaneda.
De argumento ligeramente complicado para aquellos que no somos amantes del género, Akira viene a aportar una interesante reflexión acerca del exceso de poder, de sus orígenes y de la necesidad de controlarlo, ya no sólo por las consecuencias directas que puede traer consigo mismo, sino por los efectos alienantes y demagógicos de tinte fascista que puede sembrar en la sociedad.
A pesar de no haber leído el cómic y, por lo tanto, no poder opinar largo y tendido acerca de su adaptación al celuloide, sí podemos afirmar que con la película de Akira, Ôtomo ha sabido utilizar bien el lenguaje cinematográfico para adaptar su obra, haciendo sobretodo un interesante uso de ese elemento que, debido a sus características, no pudo utilizar en el cómic: el sonido. Así, la música de Shoji Yamashiro genera la adecuada tensión, y los más que aceptables efectos sonoros harán que en ocasiones lleguemos a tratar de quitarnos las salpicaduras de sangre de la cara. Eso sí, sería de agradecer que cada vez que un personaje estornude no saltase todo por los aires, porque lo cierto es que tanta explosión de marras acaba por cansar cuando no por resultar cómicamente exagerada.
De argumento ligeramente complicado para aquellos que no somos amantes del género, Akira viene a aportar una interesante reflexión acerca del exceso de poder, de sus orígenes y de la necesidad de controlarlo, ya no sólo por las consecuencias directas que puede traer consigo mismo, sino por los efectos alienantes y demagógicos de tinte fascista que puede sembrar en la sociedad.
A pesar de no haber leído el cómic y, por lo tanto, no poder opinar largo y tendido acerca de su adaptación al celuloide, sí podemos afirmar que con la película de Akira, Ôtomo ha sabido utilizar bien el lenguaje cinematográfico para adaptar su obra, haciendo sobretodo un interesante uso de ese elemento que, debido a sus características, no pudo utilizar en el cómic: el sonido. Así, la música de Shoji Yamashiro genera la adecuada tensión, y los más que aceptables efectos sonoros harán que en ocasiones lleguemos a tratar de quitarnos las salpicaduras de sangre de la cara. Eso sí, sería de agradecer que cada vez que un personaje estornude no saltase todo por los aires, porque lo cierto es que tanta explosión de marras acaba por cansar cuando no por resultar cómicamente exagerada.
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