El ángel exterminador, de Luis Buñuel, es una magnífica película en la que el director aragonés realiza una estupenda crítica social hacia la clase ociosa, encerrada en sí misma, en la que la charlatanería sustituye a la acción efectiva con vistas a cambiar las cosas.
Para ello, el autor se sirve de una cena de la alta sociedad tras la que, sin aparente razón, los invitados no pueden salir del salón. Tal planteamiento tan surrealista sirve de base a Buñuel para explicarnos cómo las pasiones más primitivas del hombre tienden a florecer en los momentos más críticos.
Aunque lamentablemente me falta cultura general para atar todos los cabos, puede apreciarse que la película está cargada de simbolismo por doquier, y con una maravillosa puesta en escena, se ataca esa falsa cortesía hipócrita y esa preocupación por el qué dirán de las cuales la sociedad hace gala, en una obra que se hace tan entretenida como corta.
Para ello, el autor se sirve de una cena de la alta sociedad tras la que, sin aparente razón, los invitados no pueden salir del salón. Tal planteamiento tan surrealista sirve de base a Buñuel para explicarnos cómo las pasiones más primitivas del hombre tienden a florecer en los momentos más críticos.
Aunque lamentablemente me falta cultura general para atar todos los cabos, puede apreciarse que la película está cargada de simbolismo por doquier, y con una maravillosa puesta en escena, se ataca esa falsa cortesía hipócrita y esa preocupación por el qué dirán de las cuales la sociedad hace gala, en una obra que se hace tan entretenida como corta.
Una de las mejores de su etapa mexico. Una vuelta al surrealismo más ácido. La escena final no tiene pérdida.
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