Parecía que se había ido para no volver, que el mejor Woody Allen ya era historia, y que jamás volveríamos a ver en la gran pantalla algo medianamente digno que estuviese más o menos a la altura de sus mejores trabajos. Pero, gracias a Dios, nos equivocábamos, y el director neoyorquino sorprendió al mundo con su Midnight in Paris, película encargada de inaugurar el festival de Cannes de este año y que, aunque sí es cierto que no llega a equipararse a sus conocidas obras maestras, supera con creces las últimas mediocridades que venía realizando.
Midnight in Paris tiene como protagonista a un escritorzuelo de guiones (Owen Wilson) que ha decidido cambiar el chip y dar el paso a la novela. Amante de los felices años 20', acude con su futura esposa (Rachel McAdams) a París, donde en su mágica medianoche tiene uno de los más lúcidos momentos de inspiración que cualquier escritor ansiaría tener.
No sé si la película tiene ritmo o no lo tiene, si los planos están bien encuadrados o si la fotografía y la música son las adecuadas, pero tampoco creo que sea lo que más importa. Lo que sí sé es que cualquier persona con un mínimo de cultura va a disfrutar esta película al igual que un crío con un bol de chocolate líquido. Cultura, otra vez, porque se trata de Woody Allen, y las referencias literarias vuelven a aparecer por doquier, en esta película más que en ninguna otra. En Midnight in Paris Allen se sumerge en la bohemia parisina para rodearse ni más ni menos que de la Generación Perdida, zambullirse en el mundo de las tertulias y los cafés que él mismo tanto anhela y elaborar un guión que, de seguro, ha disfrutado tanto él escribiéndolo como el espectador viéndolo en imágenes.
La película invita a reflexionar en torno a esa conocida frase que dice que "cualquier tiempo pasado fue mejor", para acabar por concluir que, aunque es éste un pensamiento muy común que tiene más que ver con la nostalgia que con la razón, lo cierto es que no es así, que el ser humano va avanzando, y que el bienestar de las personas va en auge. Lo que pasa es que el hombre es disconforme por naturaleza, y a medida que se hace mayor se va volviendo más carca y reaccionario contra el presente que está viviendo.
Todos los actores, salvo contadas excepciones, están genial, destacando Owen Wilson en el papel de alter ego de Woody Allen. Los diálogos son inteligentes, y las imágenes llevan claramente el sello de su autor, consiguiendo éste que París parezca una nueva ciudad por explorar.
¡Hombre! el ritmo, con los encuadres, la fotografía, la música, etc. Son elementos muy importante en una peli. Luego está el guión. Y este "elemento" aparece mucho más cuidado que en sus últimas aventuras barcelonesas. Un saludo
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