En 1959 el maestro Billy Wilder sorprende con una de las mejores comedias de la Historia del Cine como es Con faldas y a lo loco, protagonizada por el trío Lemon, Monroe y Curtis.
Jerry (Jack Lemon) y Joe (Tony Curtis) son un contrabajista y un saxofonista de una banda de música que apenas les reporta beneficios. Una mañana se enteran de que en Florida necesitan precisamente un contrabajo y un saxo para una actuación, con lo que si consiguen el trabajo podrían mejorar su situación económica. Pero hay una pega: lo que se necesitan son mujeres, porque la banda es femenina. Además, ocurre que los dos protagonistas han sido testigos de la matanza de San Valentín, por lo que se ven obligados a huir perseguidos por los mafiosos, y qué mejor forma de hacerlo que disfrazándose de mujeres e infiltrándose en la banda musical femenina rumbo a Florida.
A partir de aquí el genio Billy Wilder desarrolla una desternillante comedia que difícilmente conocerá parecido en otros filmes, donde vemos de lo que son capaces algunas personas con tal de conseguir algo de dinero en plena Depresión. En un primer momento puede parecer machista la representación que del comportamiento de la mujer protagonista, interpretada por la guapísima Marilyn Monroe, hace el realizador. No olvidemos que una de las principales metas en la vida de Sugar es casarse con un millonario, y que considera que un hombre le trata bien cuando le compra muchas cosas. No obstante, bien mirado esto se convierte más bien en una crítica precisamente a ese comportamiento, donde lo material cobra tanta importancia, y lo superficial parece ser lo único que cuenta.
Con faldas y a lo loco constituye una clase magistral de lo que debe ser un buen guión, pues lo cierto es que nos encontramos ante una construcción perfecta. Es ingeniosísima la forma en que Wilder y I.A.L. Diamond articulan cada elemento de la historia para que esté en su sitio clavado. Nada sobra y nada falta, la historia funciona con la precisión de un reloj suizo y los personajes son creíbles y bordados al cien por cien. La excelente interpretación de los actores, destacando el fetiche de Wilder Jack Lemmon, pone la guinda para que esta obra sea considerada toda una joya del séptimo arte.
Jerry (Jack Lemon) y Joe (Tony Curtis) son un contrabajista y un saxofonista de una banda de música que apenas les reporta beneficios. Una mañana se enteran de que en Florida necesitan precisamente un contrabajo y un saxo para una actuación, con lo que si consiguen el trabajo podrían mejorar su situación económica. Pero hay una pega: lo que se necesitan son mujeres, porque la banda es femenina. Además, ocurre que los dos protagonistas han sido testigos de la matanza de San Valentín, por lo que se ven obligados a huir perseguidos por los mafiosos, y qué mejor forma de hacerlo que disfrazándose de mujeres e infiltrándose en la banda musical femenina rumbo a Florida.
A partir de aquí el genio Billy Wilder desarrolla una desternillante comedia que difícilmente conocerá parecido en otros filmes, donde vemos de lo que son capaces algunas personas con tal de conseguir algo de dinero en plena Depresión. En un primer momento puede parecer machista la representación que del comportamiento de la mujer protagonista, interpretada por la guapísima Marilyn Monroe, hace el realizador. No olvidemos que una de las principales metas en la vida de Sugar es casarse con un millonario, y que considera que un hombre le trata bien cuando le compra muchas cosas. No obstante, bien mirado esto se convierte más bien en una crítica precisamente a ese comportamiento, donde lo material cobra tanta importancia, y lo superficial parece ser lo único que cuenta.
Con faldas y a lo loco constituye una clase magistral de lo que debe ser un buen guión, pues lo cierto es que nos encontramos ante una construcción perfecta. Es ingeniosísima la forma en que Wilder y I.A.L. Diamond articulan cada elemento de la historia para que esté en su sitio clavado. Nada sobra y nada falta, la historia funciona con la precisión de un reloj suizo y los personajes son creíbles y bordados al cien por cien. La excelente interpretación de los actores, destacando el fetiche de Wilder Jack Lemmon, pone la guinda para que esta obra sea considerada toda una joya del séptimo arte.
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