jueves, 23 de febrero de 2012

CAYO LARGO, John Huston (1948) [8/10]

Cayo Largo de John Huston es cine negro clásico del bueno, de ese que deja buen cuerpo y llena el alma de satisfacción cuando el letrero de The End aparece en pantalla. Con esta película, Huston volvió a demostrar que era uno de los grandes cuando de contar historias se trataba.


Uno de los principales fuertes de esta claustrofóbica obra basada en la homónima de Maxwell Anderson es su reparto. La pareja de cine está sencillamente espléndida, y Claire Trevor vio reconocido su trabajo con un Oscar a la mejor actriz secundaria. Pero el que desde luego se come la pantalla con patatas es Edward G. Robinson, en el papel de un sanguinario gángster que quita el hipo y rebosa credibilidad en cada plano.


Cayo Largo habla del valor, de la dualidad entre el deber moral y el querer emotivo, de la justicia, y de cómo el derrotismo y la falta de esperanza es lo que acaba definitivamente con los hombres.


Ayudado por la fotografía de Karl Freund, el director nos brinda una magistral puesta en escena y nos transporta a una isla de Florida, en la que el veterano de guerra Frank McCloud (Humphrey Bogart) se reúne con el padre (Lionel Barrymore) y la viuda (Lauren Bacall) de un compañero muerto en combate. Lo que parecía ser un simple encuentro con vistas a reconfortar el dolor por la pérdida de un ser querido, se ve salpicado por la desdichada visita de una banda de mafiosos con un negocio sucio entre manos.


Viendo Cayo Largo con cierta perspectiva ya en pleno siglo XXI, nos damos cuenta de cómo ciertos elementos del cine clásico han permanecido a lo largo de los años sufriendo ligeras modificaciones pero manteniéndose en esencia exactamente igual a como nacieron. Es el caso del gángster interpretado por Edward G. Robinson, en el cual es inevitable ver un embrión de lo que luego hará Joe Pesci en películas como Uno de los nuestros o Casino. Del mismo modo, ese “llanero solitario” hijo de la nada que es Frank McCloud no será mucho más distinto que el que veamos luego en el western, pasando así de un género a otro.


Cayo Largo, por lo tanto, juega muy bien con los iconos, haciendo que muchas de sus imágenes hayan quedado inmortalizadas en las retinas de millones de espectadores de todo el mundo.

2 comentarios:

  1. Edward G. Robinson estará unido al género negro para siempre. El público queda fascinado por una mezcla de malignidad, suave sadismo y palpable inteligencia. Un pequeño gran actor.

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