La primera parte de la saga de Sherlock Holmes (parece que van camino de la tercera), dirigida por Guy Ritchie, cuenta con una trama que me atrapa y me lleva con ella, pero lo hace a marchas forzadas. Quiero decir, no me seduce, me obliga a ir con ella y no tengo más remedio que creérmela. Me sorprende, pero no me convence, por muchos flashbacks para tontos que utilice, o quizá precisamente a causa de ellos.
Las claves se le ofrecen al espectador en forma de diálogos tan ingeniosos como rápidos, siendo imposible digerirlos y ante los que uno se tiene que rendir, aceptando a pies juntillas lo que los guionistas dicen.
El fallo, por lo tanto, es más de guión que de otra cosa, porque lo cierto es que los actores hacen gala de unas aceptables interpretaciones, destacando un anti-heroico Robert Downey Jr en el papel del gran Sherlock Holmes.
Es digna de destacar también la fotografía de Philippe Rousselot, que retrata un Londres tan antiguo como irreal, en plena Revolución Industrial, en la que se desarrolla esta entretenida historia basada en el cómic de Lionel Wigram y que incluye conspiraciones, sociedades secretas y corrupción política.
Todos estos elementos hacen del Sherlock Holmes de Guy Ritchie una película tan entretenida como olvidable.
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