Shame habla de la adicción al sexo de Brandon (Michael Fassbender), un neoyorquino aparentemente envidiable, atractivo, con su pisazo en Manhattan, su puesto de ejecutivo y su placentera vida sexual; a quien un día sorprende la inesperada visita de su hermana, la cual descoloca su mundo de perfección. La dirección es impecable, sabiendo transmitir correctamente el universo en el que vive Brandon. Lo cierto es que los conocimientos vídeo-artísticos del director Steve McQueen, lejos de hacer de Shame un tostonazo pretencioso a más no poder, se ponen adecuadamente al servicio de la historia y crean la atmósfera adecuada para hacernos experimentar las sensaciones de su protagonista (hasta cierto punto, claro).
Siendo además McQueen co-guionista, es de justicia señalar que el de Brandon es un personaje espléndidamente creado, cuyos detalles han sido cuidados al máximo y a quien Fassbender da vida de una forma absolutamente magistral. Así, el actor alemán demuestra una vez más ser toda una estrella en potencia que viene pisando fuerte en esto del séptimo arte.
Es a nivel de guión donde la película me falla un poco, dándome la sensación de que sus creadores se han subido al puñetero carro de “no dárselo todo mascado al espectador”, “que sea él quien saque sus propias conclusiones”. Es una opción respetable, sin duda, pero creo que en esta película no funciona, no considero que se den las claves suficientes para entender bien las motivaciones de los personajes.





