Empezando con un bastante largo plano (hay varios a lo largo de la película) que parece que va a ser secuencia pero que finalmente nos deja con las ganas, Doce hombres sin piedad constituye una potente obra que invita al que la mira a ocupar el puesto número trece de ese jurado y decidir la suerte del acusado junto con Henry Fonda y los demás. El autor nos invita a reflexionar en torno al sistema judicial y la responsabilidad que conlleva decidir en torno a un asunto tan delicado como es la vida de una persona, aprovechando para realizar una notable crítica en forma de personajes que no se lo toman todo lo en serio que debieran o que dejan aflorar sus prejuicios a la hora de emitir su veredicto, del mismo modo que podemos dejarlos aflorar nosotros en tanto que miembro número trece del jurado.
La adaptación al cine por parte de Lumet no puede ser calificada de otra forma más que de impecable, aprovechando la oportunidad que ofrece el cine de mostrar primeros planos e inteligentes movimientos de cámara para presentarnos a los personajes y lo que piensan, así como para dotar de tensión y emoción a la historia.
Siendo una película que se desarrolla en un espacio tan reducido, son los actores los que determinan si la película va a ser creíble o no, y he de decir que, aunque por lo general todas las escenas que los personajes de Doce hombres sin piedad desarrollan resultan verosímiles, sí es cierto que hay ocasiones en las que parece que Lumet ha querido ir demasiado rápido, obligando a los personajes a decir lo que él quiere que digan, en lugar de dejarles que se convenzan por sí mismos y, por tanto, convenzan también al espectador.
La película es genial, pero recomiendo mucho ver la versión de teatro (el texto original es una obra dramática). Suele aportar distintos matices.
ResponderEliminarEn definitiva, todo un clásico sea cual sea el formato.
Un saludo ;)
Puede que la mejor del desaparecido Lumet, una peli sobre la justicia humana, sin un solo abogado en ella. Magnífica. Un saludo
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